Poco después del incidente de los Molinos de viento, Sancho Panza se bajó del jumento y le reclamó a don Quijote:
-Patrón, ¿qué hay de la Ínsula que me prometió para que la gobernara?
-Mira, Sancho, si quieres gobernar en alguna parte, debes ganar las elecciones.
-Pero ese no fue el trato, jefe -le respondió el asistente.
-La democracia no hace tratos con nadie –le espetó don Quijote-. Lo primero que debes hacer es conseguir el aval.
-¿Aval? ¿Y qué joda es esa?
-Sin groserías, Sancho, que los gobernantes deben cuidar su lengua. No olvides que por la boca muere el pez.
-Está bien, mi señor. Con todo respeto le pregunto ¿qué es el aval?
-Hay cosas en la vida de los políticos que no se pueden descifrar. El aval es una de esas.
-¿Y es muy difícil conseguir el tal aval?
- Es lo más mogollo del mundo. Para salvar las apariencias algunos lo niegan, pero enseguida otros lo dan, y viceversa, cuando los otros lo niegan, los unos lo dan. ¿Está claro?
Sancho Panza se rascó la cabeza, pensativo, y luego volvió a la carga:
-Supongamos, jefe, que tengo el aval en el bolsillo, ¿qué debo hacer después?
-Hacer la campaña, es decir, echar discursos, prometer, prometer y prometer y mandar a pintar paredes, muros y tapias, postes y torres, edificios y chozas. Y pegar afiches y repartir volantes. Y hacer perifoneo por las calles.
-¿Y quién paga todos esos gastos?
-Ahí está el meollo de la cosa. Toca conseguir donantes secretos que se encarguen de financiar la campaña a cambio de ciertos favorcillos que les harás cuando estés en el curubito. Son donantes que nadie puede conocer. Ese es otro misterio.
-¿Y si no llego al curubito?
-No digas carajadas, Sancho. Llegas porque llegas, para eso estoy yo detrás de tu nombre.
-Mi nombre no dice mucho. Sancho Panza no convence.
-Mira, Sancho, deja el pesimismo, que quien no espera vencer ya está vencido. Inventaremos un eslogan bien bacano.
-¿Cómo cuál?
-Hay muchos. Hay palabras de moda como paz, postconflicto, cambio, progreso, norte. Por ejemplo: “Vote por Sancho, el hombre del postconflicto”.
-¿Y eso qué quiere decir, mi señor?
-No hagas preguntas que no tienen respuesta, Sancho. Otros podrían ser “Sancho, el honesto; Sancho, el transparente; Sancho, el del cambio”.
-¿Y qué es lo que voy a cambiar?
-Nada, Sancho, nada. La campaña son dos meses de pura paja.
-¿Y cómo los convenzo de que voten por mí?
-Debes tener las alforjas bien llenas, Sancho.
-Me da miedo, don Quijote, no me siento preparado para gobernar.
-¿Y quién dijo que para gobernar se necesita estar preparado?
-¿Y entonces qué es gobernar? –preguntó Sancho, que no entendía los intríngulis de la política moderna.
Don Quijote espoleó su Rocinante en busca de la bella, la inigualable, la sin par Dulcinea del Toboso. Sancho se quedó hablando solo. El burrito lo escuchaba y movía las orejas. El calor arreciaba. Y las elecciones estaban cerca.