Debo confesar que siento especial simpatía por la candidatura a la presidencia del Dr. Sergio Fajardo, por su perseverancia y su pensamiento centrado, buscando que haya concordia y armonía entre los colombianos frente a las actuales manifestaciones de odio y polarización entre los dos extremos de la política nacional.

Lo acusan de tibio por no haber tomado partido en las dos contiendas electorales pasadas: entre Iván Duque y Gustavo Petro (2018) y entre Rodolfo Hernández y Gustavo Petro (2023). Bueno, según eso, también soy tibio, porque, al igual que él, mi voto fue en blanco, ya que ninguno de los candidatos merecía mi confianza para dirigir los destinos de la nación; el tiempo nos dio suficientes razones.

Él, una persona de resonancia nacional en la política, se dio la pela al decidir votar en blanco y anunciarlo, arriesgándose a quedar viudo del poder en los dos mandatos, como efectivamente sucedió. Para mi parecer, eso no representa ninguna tibieza, sino mucha valentía al no arrodillarse frente al poder. Camaleón no es, lo demostró.

Así que, haciendo un parangón con don Quijote de la Mancha, cuando le dio una serie de consejos a su buen Sancho antes de asumir el gobierno de la ínsula Barataria, peco de atrevido al recomendarle al señor Fajardo que ya deje de atacar las incongruencias del actual gobierno, que no empuje al precipicio al presidente; ese ya se ha venido cayendo solo con sus elucubraciones mentales. Más bien, dedíquese con contundencia a plantear soluciones a los múltiples problemas que nos aquejan, por ejemplo: cómo atacará la corrupción, monstruo de mil cabezas incrustadas en casi todas las esferas de la vida social; cómo enfrentará el narcotráfico, las bandas criminales, los grupos guerrilleros narcotraficantes; cómo combatirá la inseguridad en las calles, con los bandidos sueltos dizque con domiciliaria –si delinquen desde las cárceles, qué no harán desde las casas–. Se requiere una revisión de los códigos Penal y de Procedimiento. Cómo rescatar el servicio de salud vuelto M…, cómo combatir el desempleo, cómo estimular la producción nacional sin atosigarla de impuestos, como actualmente está ocurriendo; cómo decirle al país si va a controlar el excesivo gasto que impulsa la presentación de sendas reformas tributarias; si va a meterle mano a empresas que abusan de su posición dominante, como Avianca o el sistema financiero… En fin, queremos propuestas de soluciones.

Vuelvo y repito: no caiga en el juego de la mayoría de los candidatos que aspiran a llegar a la presidencia solo con la quejadera y el espejo retrovisor. Eso le funcionó al señor Petro, pero la ciudadanía ahora espera una nueva alternativa: alguien decente, sin odios en el alma, sin sectarismos ni fanatismos, pero, eso sí, que sea proactivo.

Y si lo siguen tachando de tibio para descalificarlo –en mi opinión, sin razón alguna–, hay que recordar la frase atribuida a don Miguel de Cervantes: “Deja que los perros ladren, Sancho, es señal de que avanzamos”.

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