
Hace unos días con estudiantes de Ingeniería Sanitaria de la Universidad de Antioquia, revisábamos las metas propuestas, los indicadores e información de seguimiento de varios de los Objetivos Desarrollo Sostenible-ODS, concluimos someramente que, a menos de cinco años del 2030, es momento de ser honestos: Colombia no cumplirá los ODS en los tiempos establecidos. Y no se trata de pesimismo, sino de reconocer una realidad que, aunque incómoda, es necesaria para repensar nuestro enfoque y renovar el compromiso con el futuro del país de las nuevas generaciones.
Los ODS, adoptados en 2015 por las Naciones Unidas, plantearon para mí, un muy ambicioso y generalizado marco global para erradicar la pobreza, proteger el medio ambiente y garantizar el bienestar de todos. Pero en Colombia, como en muchos países de América Latina, los avances son desiguales y muy lentos, y en algunos casos, incluso indicadores comportándose de manera reversible.
De los 17 objetivos establecidos, podemos tomar como ejemplo el ODS 6: Agua limpia y saneamiento. Aunque el país ha mejorado la cobertura de agua potable en muchas ciudades, aún existen ciudades intermedias y municipios pequeños con problemas de cobertura y continuidad del servicio, el tratamiento de aguas residuales sigue siendo deficiente, y el acceso a saneamiento adecuado en zonas rurales es preocupante. En cuanto al ODS 13: Acción por el clima, el discurso político no se ha traducido en transformaciones estructurales para mitigar emisiones y mejorar la resiliencia y adaptación al cambio climático, ni proteger ecosistemas estratégicos como la Amazonía afectada continuamente por la deforestación. ¿Por qué no estamos avanzando al ritmo necesario? Hay múltiples razones: débil articulación institucional, planeación fragmentada, falta de inversión pública sostenida y una desconexión profunda entre los planes nacionales y las realidades territoriales. A esto se suma una ciudadanía que, en la mayoría de los casos, no conoce los ODS o no se siente parte del proceso.
Pero no todo está perdido. Reconocer que no vamos a alcanzar los ODS debe ser un punto de inflexión y catarsis, no de resignación. Nos invita a revisar con sinceridad nuestras políticas públicas, a repensar el modelo de desarrollo, y a involucrar a todos los sectores—académico, empresarial, comunitario en una verdadera y aterrizada apuesta colectiva por un futuro más justo y sostenible.
Colombia necesita más que indicadores, necesita voluntad política, liderazgo ético y una ciudadanía activa. Alcanzar los ODS puede no ser viable en su totalidad para 2030, pero su espíritu o filosofía con la que fueron diseñados debe seguir guiando nuestras decisiones más allá de esa fecha, pues el camino es la búsqueda permanente de la transición a la sostenibilidad. Que este incumplimiento no sea un fracaso, sino un recordatorio urgente de que aún estamos a tiempo de mejorar el rumbo.
*Profesor de Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia. Doctor en Ingeniería, investigador en Economía Circular y Modelos de sostenibilidad.
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