En todas las encuestas recientes, en un alto porcentaje la mayoría de los entrevistados considera que al país le está yendo mal.
Aunque no es fácil precisar ese concepto que, al fin y al cabo es muy genérico, podría compararse con el desempeño de un estudiante que va perdiendo varias asignaturas escolares.
La percepción de muchos colombianos es que en Colombia la corrupción está desbordada en todos los niveles.
Es muy desmoralizante para un ciudadano que gana, no digamos el salario mínimo para no ir al extremo, sino por ejemplo dos millones de pesos, recibir la información de que en un solo contrato algunos funcionarios o empresarios privados se alzaron con miles de millones de pesos, cifras que ni siquiera es fácil escribir.
A los políticos se le achacan la mayor parte de los casos de corrupción, no por envidia o malquerencia sino porque todos saben que para llegar a las alcaldías, gobernaciones y cuerpos colegiados de elección hay que “invertir” enormes sumas de dinero, parecidas a los de los desfalcos, que no corresponden ni de lejos a los sueldos que van a recibir.
Y, además, porque se sabe que en unas entidades se venden los puestos, en otra se contratan los compinches, y en casi todas se exigen comisiones o “mordidas” por los trámites oficiales. Todo esto parece no tener remedio.
Y, el mal ha invadido a sectores como la justicia, las campañas presidenciales, los órganos de control, las iglesias.
Los ciudadanos se quejan por el desempleo que, en cifras oficiales, no parece tan grave porque se habla de niveles del orden del diez por ciento.
Sin embargo, al examinar a fondo el fenómeno, se encuentra que la informalidad es enorme.
Es decir, personas que están en el “rebusque” haciendo cualquier oficio que les reporta algunos ingresos, pero sin el amparo de la seguridad social.
Se quejan, también, los ciudadanos por la inseguridad. Aunque las estadísticas gubernamentales anotan una baja en la criminalidad, los atracos, los “paseos millonarios”, los robos, las extorsiones etc. atemorizan a todo mundo en poblaciones grandes y pequeñas
Pienso que ha habido un error en el gobierno al prometer que, una vez firmado los acuerdos de paz, todo iba a cambiar. Creo que el discurso ha sido equívoco porque la gente entendió que los cambios serían automáticos al no tener que gastar más en la guerra y que ese dinero se volcaría para mejorar la economía nacional. Por el contrario, su crecimiento es muy bajo en comparación con épocas anteriores. Se anunció que la industria lograría una expansión grande y, en cambio, ha decrecido. Las exportaciones, por tanto, irían a traer más divisas al país, pero el déficit cambiario cada vez aumenta más en contra de Colombia.
Se informa que la producción petrolera colombiana ha bajado pero, lo más grave, que las reservas de petróleo y gas alcanzan para menos de una década, lo que obligará a importar estos combustibles en poco tiempo.
Hay desesperanza en el país aunque el alto gobierno insista en que todo va bien.
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