La tragedia de Venezuela es de una enorme dimensión que no alcanzan a valorar quienes no han conocido ese bello país antes y después de la llegada del “chavismo”.
Con la captura del Estado por el llamado “Socialismo del Siglo XXI” nadie imaginó que habían llegado a gobernar varios malhechores que hoy están en evidencia por los resultados de la desastrosa e inmoral conducción del país.
Chávez, elegido en 1998 gracias a su discurso populista, gobernó con tal impericia durante sus primeros años que el 11 de abril de 2002 fue derrocado por militares. El golpe fracasó por la estulticia de los golpistas.
Después, Chávez cambió por completo. Asesorado por Fidel Castro, quien increíblemente logró comunicarse con él en la isla donde estaba preso y le rogó que no se dejara fusilar, Hugo Chávez reinició su gobierno con un nuevo talante.
Creó las “misiones”, programas presidenciales con criterio asistencialista en las que se inscriben “revolucionarios” para recibir subsidios permanentes y servicios básicos; incorporó a miles de médicos y asesores cubanos, desplazando a venezolanos, y compensó a Cuba con el envío de 100.000 barriles diarios de petróleo.
Estatizó empresas privadas para hacer depender del gobierno los empleos y el suministro de bienes; despidió a 20.000 empleados de PDVSA para reemplazarlos por 100.000 “chavistas”, y tomó el control autónomo de los ingresos petroleros, el primer renglón de la economía.
Chávez recibió a Venezuela como el quinto país exportador de petróleo, poseedor de las mayores reservas mundiales de crudo pesado calculadas en 297.570 millones de barriles; y las mayores reservas de crudo liviano en el hemisferio occidental. En 2008 la producción venezolana fue de 2.394.000 barriles diarios.
La política populista de Chávez y su influencia en otros países fue posible gracias al alza del precio del petróleo, desde cerca de 20 dólares por barril cuando asumió la Presidencia hasta más de 100 dólares en el apogeo de su mandato. Por eso no se notó el desastre económico y el despilfarro irresponsable que produjo.
A su muerte se eligió a su obsecuente servidor de los últimos años, Nicolás Maduro, quien recibió el beneplácito de La Habana y asumió la Presidencia como el mandadero de una pandilla.
Y se desató la debacle. Primero, por los efectos de la enorme corrupción. Segundo, por la destrucción del aparato productivo. Tercero, por la caída de los precios del crudo. Y, cuarto, por la impensable destrucción de PDVSA. Hoy, Venezuela exporta menos de 1.300.000 barriles diarios de petróleo, y, casi, su único cliente es los Estados Unidos.
El cinismo de esos gobernantes es inaudito: Como hizo Cuba, expulsan a la población que no controlan; mienten a su pueblo que no recibe información distinta; culpan a otros de su fracaso; y no les importa la ruina del país porque los chavistas viven del fisco.
La comunidad internacional y, sobre todo Colombia, no pueden ser ajenos a la catástrofe venezolana de la que son culpables los facinerosos que gobiernan, y que afecta gravemente a todo el continente. No se puede seguir con la alambicada diplomacia tradicional, y aprobar la defensa que hacen los “socialistas” vergonzantes que callan la verdad y justifican la ignominia bolivariana.
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