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¿Ciudadanía ilustrada?
Para ser honesto ya uno no sabe qué pensar respecto a los diferentes comentarios que circulan por los diferentes medios y redes sociales. 
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Viernes, 16 de Octubre de 2020

La política en tiempos contemporáneos se ha convertido en un escenario de conflictividad y dialéctica constructivista -o de-constructivista si se me permite- podría decirse. Sectores políticos de diferente raigambre están pulverizando las opiniones discrepantes de sus contradictores tratando de construir “verdades oficiales” sobre determinados sucesos.

Para ser honesto ya uno no sabe qué pensar respecto a los diferentes comentarios que circulan por los diferentes medios y redes sociales. Cuestionamientos agresivos contra personas y hechos que en principio comienzan a triturar las bases de una concepción democrática de respeto a la discrepancia y de tolerancia hacia las opiniones diversas.

Se pretende en diferentes sentidos establecer verdades a todo costo sin considerar la mayoría de las veces fundamentos fácticos y reales de estas aseveraciones. A nivel nacional en pleno contexto del funcionamiento y aplicación del Acuerdo de paz con las Farc los máximos cabecillas de este grupo político comienzan a confesar –como lo pretendía el Acuerdo- hechos delictivos que causan estupor pero que son pertinentes para conocer una verdad necesaria para las víctimas y que ponen en entredicho los intereses hegemónicos de “siempre” de muchos años.

¿Acaso esa no era la pretensión del Acuerdo terminar una guerra de medio siglo a cambio de confesar y reconocer unos hechos dolorosos del conflicto como son los homicidios, secuestros, masacres, desplazamientos y otros sin número de crímenes graves que han erosionado la credibilidad institucional y política de nuestro país?, ¿no es mejor conocer con las debidas evidencias, una verdad que pretenda reconocer el dolor de las víctimas, hacer catarsis social, repararlas y comprometerse a no repetir esos sucesos dolorosos?, ¿el valor de la verdad no es importante para poder romper las causas de la guerra y así lograr que esos “enemigos” de los colombianos como han sido las Farc puedan reintegrarse poco a poco a la sociedad?, ¿acaso para eso no se ha creado el sistema de verdad, justicia y reparación, en cabeza de la JEP, como modelo de justicia transicional especial para conocer, analizar, comprobar y determinar posibles responsabilidades penales de ojalá todos los actores civiles y militares involucrados en este c
onflicto que aún carcome a nuestra sociedad?.

Y ese ambiente de crispación es solo la punta del iceberg en materia de conflictividad dialéctica entre los diferentes sectores políticos. En Cúcuta por ejemplo se ha querido construir una dicotomía entre “buenos y malos”. Entre “ramiristas” y los “neo-políticos” en cabeza del Alcalde donde estos pretenden desechar logros importantes en materia de infraestructura que se han logrado en los últimos años en la ciudad creando un ambiente de polarización permanente muy insana para la unión ciudadana necesaria para sobrellevar los efectos de la pandemia.

Los “neo-políticos” atacan las obras del exalcalde Cesar Rojas y los “ramiristas” atacan por incompetentes, elitistas y corruptos a los “neo-políticos” incapaces estos según aquellos de lograr las transformaciones políticas, sociales, económicas y culturales que requiere nuestra ciudad. La verdad es que hay contrastes y no todos son “buenos o malos”, hay más matices políticos, y al final todos son actores políticos existentes que deben construir sociedad juntos desde su propio discurso de reconocimiento del otro, del “enemigo otro” que en realidad es solo ficción.

Solo en la medida en que construyamos una ciudadanía “hiperactiva”, ilustrada -en el sentido kantiano de valerse racionalmente por sí misma, independiente, estudiosa, que se fundamente, que haga crítica permanente, con ideario filosófico y político, con capacidad de análisis de sus circunstancias históricas y sociales, con un plan constructivista en el plano político y comunitario, se podrá soñar con fortalecer nuestra débil democracia y transformar nuestra ciudad y país.

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