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Cinco años del pacto Santos-Farc
Dicen los negociadores que nunca ofrecieron una paz completa sino una con las Farc. Falso, sí lo dijeron.
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Martes, 30 de Noviembre de 2021

Se cumplen cinco años del pacto de Santos con las Farc. Hay poco para celebrar. Los defensores sostienen que era mejor un pacto, aunque fuera malo, que seguir en el conflicto. Ese es, quizás, el principal problema: el conflicto sigue vivo y, peor, está agudizándose. Hoy hay al menos seis conflictos armados en simultáneo, dos de ellos con las disidencias y reincidencias de las Farc.

Dicen los negociadores que nunca ofrecieron una paz completa sino una con las Farc. Falso, sí lo dijeron. Pero, en cualquier caso, lo cierto es que las Farc siguen vivas y tenían, a fines del año pasado, 5.200 hombres en armas. Las Farc, en sus dos versiones, disidencias y reincidencias, siguen matando y cometiendo toda clase de crímenes de guerra y de lesa humanidad.

Tampoco es cierto que haya disminuido la violencia en general. Este año terminaremos entre 12.450 y 12.550 homicidios. Por cierto, acusar a Duque de ser responsable de la involución es injusta. La verdad es que tras varios lustros de disminución sostenida de los asesinatos desde su pico en 1991, la caída se estancó con la firma del pacto en 2016 y en el 2017 y, tristemente, subieron en el 2018 hasta alcanzar 12.130 en ese año. Santos entregó el país con la violencia homicida en abierta curva de incremento.

Yo no tengo duda de que una parte sustantiva del problema de violencia se debe al narcotráfico. Acá también Santos, sus negociadores y las Farc mintieron. Nos ofrecieron un “nuevo paradigma”, un “nuevo enfoque histórico” que traería como resultado la desaparición del narcotráfico. Ha ocurrido exactamente lo contrario. Hoy tenemos tres veces más narcocultivos y producimos 4.2 veces más cocaína. Como el dinero del narco es el motor del conflicto y la gasolina de los grupos armados ilegales, esos grupos se están fortaleciendo y es mayor su capacidad violenta.

Las consecuencias son evidentes. En las áreas de influencia de las Farc, los llamados municipios PDET, y en los de sustitución de cultivos. En ellos, la tasa de homicidios es mayor un 190% y 259% respectivamente al promedio nacional. Un desastre. Como desastroso es el programa de sustitución mismo. Con un presupuesto de 1,3 billones el año pasado, solo se erradicaron de manera manual y voluntaria apenas 702 ha.

Nos dijeron también que las Farc se comprometían a colaborar con el Estado en la lucha contra el narcotráfico. Nada de nada. No entregaron ni cultivos ilícitos, ni laboratorios, ni rutas, ni nombres de socios. Tampoco el multimillonario dinero adquirido ilícitamente. Y nadie reclama.

En fin, nos dijeron que habría justicia alternativa y cinco años después no ha habido ni una sola sentencia contra un miembro de las Farc y mientras tanto los responsables de crímenes internacionales asumen el cínico papel de faro moral en el recinto del Congreso. Y nos dijeron que habría verdad. Tampoco. Y nadie les pregunta por el narco o por los políticos que colaboraron de alguna manera con ellos. De la farcopolítica no sabremos nada.

Sostuvieron también que habría reparación. Tampoco. De toda su enorme fortuna, las Farc ofrecieron una listado de bienes y dinero que monetizados significarían escasos 150 millones de dólares. A fin de año, después de que les habían extendido plazos, solo entregaron 10,7 millones.

En fin, hay que proteger a la guerrillerada que se desmovilizó y hay que evitar que vuelvan a asesinar. Pero por ahora no haya motivo para celebrar.  Más aún, si lo que quedó mal pactado no se corrige, seguiremos en esta espiral de violencia homicida que desde la firma del pacto no ha hecho sino crecer.

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