Me convidó el alcalde Donamaris a los United States, a denunciar a Maduro en alguna corte internacional que encontráramos abierta. Me tentaron las ganas, pero mi mujer no me dejó ir, por varias razones:
En primer lugar no tenía ropa planchada, y el viaje era de inmediato. En segundo lugar, me hizo caer en cuenta de que ni en la Academia ni en La Opinión me habían pagado, y aunque los gastos corrieran por cuenta del tanque municipal, no podría llevar circulante para la gaseosita y el pastel de garbanzo en cualquier parada, o para devolverle alguna atención al burgomaestre.
Además, mi mujer siempre tan pacífica, me dijo:
-Mijo, no vaya, porque de pronto en el viaje se da la mano con Maduro, que también está viajando por estos días, y se forma la trifulca. Yo lo conozco a usted muy bien y sé lo ardido que está. Pero, mijo, Maduro es un King-Kong, y del primer tochazo lo puede mandar a la lona.
Acuérdese que las inyecciones de hierro que a usted le están poniendo, todavía no le han hecho mucho efecto.
Miré mis débiles músculos y los comparé con los de Maduro, en una foto que salió en La Opinión, y tuve que darle la razón a mi consorte. Con sorte o sin sorte, ella siempre está a mi lado, para indicarme lo que debo y lo que no debo hacer.
Pero sobre todo, mijo, -continuó diciendo- de pronto no alcanza a regresar antes del domingo, y con qué le sale a Iván Vila y a Cúcuta en lo de la marcha de ese día.
Cierto. No me acordaba de la Marcha cívica por la dignidad de nuestros pueblos, a la que le jalaremos el próximo domingo, a las 9 de la mañana. Toca ir.
Ahora que nos cerraron las puertas en la OEA, y estando cerradas las de Unasur, y con mucho bla-bla-bla y poca efectividad desde Bogotá, ahora, digo, nos toca a los cucuteños hacernos oír. Que en el mundo entero sepan que los miles de cucuteños estamos indignados y que necesitamos soluciones prontas.
El domingo no vamos a gritar contra Maduro ni contra Santos, ni contra la OEA. Vamos a demostrar con nuestra presencia la solidaridad con los que han sido repatriados y ultrajados y tuvieron que dejarlo todo hasta a sus hijos, porque no les dieron permiso ni tiempo de venirse en familia.
Contra el maltrato que se les han dado a los colombianos en Venezuela, caminaremos el próximo domingo, desde el Templo Histórico, en Villa del Rosario, hasta el puente internacional. Iremos de camiseta blanca y banderita tricolor en la mano, a decirle al mundo entero que a los cucuteños nos duele Colombia.
Caminaremos para que en el interior del país sepan que toda la carga de las deportaciones la sufrimos aquí en Cúcuta, y, porque bueno es culantro pero no tanto, necesitamos, no unos bultos de mercado que en tres días se acaban, sino soluciones efectivas.
Si de alguna manera el Estado hace atractivas las inversiones en esta región, si se mejoran nuestras vías, si creamos industrias, podemos albergar los miles y miles de colombianos que aún quedan en Venezuela, y los que seguramente aquí irán llegando, hasta que caiga el dictador vecino. Porque las estatuas con pies de barro no es mucho lo que duran.
De modo que es una obligación de todo cucuteño (por nacimiento o por adopción o porque no había más para dónde coger) ir el domingo a la Caminata por la dignidad del pueblo colombiano. Allá nos veremos. Y pasaremos lista.