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Bienvenido, mayo
Mayo es como el cuerpo de una mujer bonita. Mayo es sonrisa. Huele a jardín florido.
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Lunes, 29 de Abril de 2019

Cuando aún estábamos celebrándole la fiesta a Sancho Panza, el día del Idioma, y aún estábamos comiéndonos la torta de la Secretaria en su fiesta, y cambiándole el pañal al niño, en su Día internacional, alguien metió la cucharada para decirme: 

-¿Y de qué vas a escribir este martes?

-Aún no tengo tema –le dije, haciéndome el soco.

-Sácale jugo a mayo, que ya empieza –me dijo la metiche, que me tuteaba.

Me quedé mirándola a los ojos, unos lindos ojos verdes, pensando en cómo sacarle jugo a este mayo, que se nos metió sin querer y la cosa queriendo. Mayo, el quinto mes, y todavía el año como que no echa a andar.

-¿Y qué te gustaría que hablara de mayo? –yo también comencé a tutearla: Al son que me toquen, bailo.

-No sé, el escritor eres tú –me dijo sonriente. Tengo debilidad por las sonrisas en labios de una mujer hermosa. De modo que por ahí empecé:

Mayo es uno de los meses más alegres del año, tal vez junto con diciembre. Mayo es como el cuerpo de una mujer bonita. Mayo es sonrisa. Huele a jardín florido.

Por algo dicen que es el mes de las flores. Sus tardes se llenan de arreboles, después de las lloviznas que quedan de abril.  Mayo, sencillamente es mayo. No tiene los atrevidos vientos de agosto que les levantan la falda a las mujeres, ni los fríos de enero que nos hacen levantar enruanados, ni los lloros de la Semana Santa, ni la aridez de septiembre.

Empieza con el día de la vagancia, erróneamente llamado Día del trabajo. Mañana. Y como no hay nada qué hacer, saldremos por las calles a gritarle abajos al imperialismo yanqui y al gobierno lacayo, y vivas a Maduro y su socialismo. Cualquier motivo es bueno  para gritar y para tirar piedra, si nos dejan. Después nos iremos al río, al sancocho y terminaremos la jornada con la rumba en la casa de algún compañero. De modo que el mes empieza bien.

Los católicos celebramos, el 13 de mayo, con júbilo y cánticos, la aparición de la Virgen de Fátima, en la Cueva de Iría. Recuerdo que algún cura, en Las Mercedes, adornó la imagen de la Virgen con flores y palomas. Las flores se secaron, pero las palomas se quedaron a vivir allí, se reprodujeron por bandadas, y en poco tiempo la iglesia se llenó de chorreadas de palomas. Hubo que esconder la Virgen en la sacristía y correr las palomas a escobazos.

Los maestros tienen su día, a mitad de mayo, el 15. Los niños les llevan algún detalle a la maestra. Los grandes les echan el brazo a los profes, los llaman por sus nombres y los felicitan en son de mamadera de gallo. Los profesores sonríen con nostalgia de tiempos mejores y piensan en lo desagradecida que es su profesión de enseñar al que no sabe.

Y después, al finalizar el mes, nos topamos con la mejor fiesta de todas, la de la madre. Ahí sí toca tirar la casa por la ventana. Algo hay que darle a la mamá, pero no mucho, porque hay que dejar para la guarapiada del día. 

Ese domingo, el último del mes (aquí en Norte de Santander), la familia toda se reúne en la casa materna. Es el mejor día del año. Es la fiesta más importante. Madre no hay sino una y el motivo no hay que desaprovecharlo. En un rincón de la sala, desde su silla de mimbre, la viejita ve cómo transcurre la fiesta, su fiesta, cómo se desocupan las botellas, cómo empieza el bailoteo y cómo la música y los gritos, poco a poco van subiendo de volumen.

La viejita goza viendo la alegría de sus hijos. Mira el reloj de péndulo de la pared. Ya son las tres de la tarde y nadie se ha acordado de ella para llevarle su caldito del almuerzo. Es comprensible. Es el día de la Madre y sus hijos, nueras y yernos están celebrándolo. ¡Salve, mayo florido, sal mes sin igual! 

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