Termina una semana de balance sobre los dos primeros años del gobierno Petro. Con excepción del propio Petro y sus ministros, no he visto una sola opinión positiva sobre lo que ha representado para el país el gobierno del cambio. Y he de advertir que cambio sí que ha habido y en todos los sectores, porque el señor Petro tiene la capacidad de destruir todo lo que toca. Estos dos años no han sido malos sino pésimos. Nada se salva.
Comencemos por la economía. De un lánguido crecimiento de 0,6 % en 2023 pasaremos en el mejor de los casos a 1,7 % en 2024. En lo que se refiere a la industria hemos visto que después de un crecimiento de 9,5 % en 2022 pasamos a 3,6 % en 2023 y en el primer trimestre de 2024 ya vamos en una caída del 13 %.
El sector financiero y de seguros cae en más de 3 %, lo que terminará impactando a todos los demás sectores de la producción. Y la inversión resulta lo más preocupante, pues este año cae en 13,4 % después de otra caída el año anterior de 24,8 %, en gran parte a causa de los riesgos que los inversionistas perciben en los frentes político y regulatorio.
Ni hablar de la cacareada transición energética cuyo plan, a los dos años de iniciado el gobierno, aún no se conoce. Por cuenta de esta cruzada ideológica ya perdimos 45 años de autosuficiencia gasífera con sus consecuencias para los hogares, el transporte, el comercio y la industria.
Con la caída de la actividad exploratoria cayeron las reservas en más de un 15 %, de 120 pozos perforados pasamos a 11. Lo mismo se ha replicado con el petróleo, en donde también han caído las reservas, se ha disminuido la exploración y la sísmica y el número de pozos en desarrollo.
Y como si fuera poco, el propio Petro, en contravía de la opinión de la junta directiva de Ecopetrol, se opuso al contrato con la OXY que le hubiera representado aumentos significativos tanto en reservas como en producción. Muy grave decisión que terminaremos pagando todos, porque la ideología también pasa sus cuentas de cobro y más temprano que tarde.
Ya veremos cómo se desplomarán las regalías en las regiones, los impuestos, también la inversión extranjera y el impacto que todo esto tendrá en los planes de inversión social y la conflictividad regional.
Al sector minero también le declararon la guerra. Más impuestos, más trabas a la operación y licenciamientos, pérdida total de la confianza, caída de las inversiones y pérdida de oportunidades, empleos e ingresos de gran valor para el país. No importa nada. Primero la ideología.
El sector de la infraestructura ha sentido también los embates del Gobierno, que comenzaron con eliminar las partidas para atender las vigencias futuras, la no ejecución de billones de pesos en estos dos años, el congelamiento de los peajes, anuncios preocupantes de pagos ligados a la valorización, y la pérdida absoluta de la confianza por parte de las empresas desarrolladoras. Todo para favorecer un programa de vías terciarias que tampoco arranca.
En vivienda las cuentas son claras: todo se cayó a la mitad o menos. El sector pasó de representar el 4,2 del PIB al 2,5, las ventas cayeron en un 47 %, 8 de cada 10 aspirantes a VIS renunciaron a sus sueños de vivienda propia y se perdieron como mínimo 170.000 empleos. Una proeza del gobierno del cambio. El agro y el turismo siguen postrados por causa de la inseguridad y, quién lo creyera, de mayores impuestos a sectores que quieren promover.
La solución, creen, vendrá con una nueva reforma tributaria ya anunciada. Pero se equivocan nuevamente. Por efecto de la recesión que vivimos, los recaudos tributarios se han desplomado (-8,7 %), al tiempo que los gastos de funcionamiento se han multiplicado (90 %).
El déficit fiscal solo en el mes de abril superó los 20 billones de pesos. Ni en la pandemia se registró algo así. Un gobierno que derrocha sin vergüenza y que es responsable de haber llevado la corrupción a niveles jamás vistos en el país.
En nada van quedando tantas promesas populistas, solo engaños. Así lo perciben 7 de cada 10 colombianos que creen que vamos por muy mal camino y que los cambios han sido para mal. La próxima semana me referiré a los temas sociales, políticos y de orden público cuyo balance es sin duda peor que en el frente económico.
A los dos años de iniciada esta pesadilla la gente no ve sino inseguridad, desgobierno, pobreza y corrupción. Peor imposible.
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