Colombia sigue con una deuda muy pendiente que es la de atajar la corrupción. No ha significado sorpresa alguna, que muchos medios de comunicación y también muchas encuestas, sigan identificando el fenómeno como el principal problema que se vive en Colombia y que hace generar tantas frustraciones entre los ciudadanos, producto de los sucesivos escándalos que no paran, y cada vez parecen tomar dimensiones mucho más agresivas y perturbadoras.
Nos aterra pensar que las medidas que se toman no resultan suficientes y que la contratación sigue sin poder estar en condiciones de asegurar cumplimientos, lo que hace que las obras queden inconclusas unas, y otras mal hechas, en donde es fácil deducir la tragedia. Y todo ello acompañado de sobrecostos y de dineros embolatados que nunca retornan al Estado, porque nuestra justicia es lenta y da tiempo para que quienes se han lucrado ilícitamente transfieran, escondan y camuflen los dineros robados.
Dentro de las muchas ideas que se debaten y que no terminan por concretarse, llama la atención aquella de asegurar el pago oportuno a los contratistas. Quienes le venden bienes y servicios al Estado, están sometidos a toda clase de triquiñuelas para obtener su pago oportuno, lo que abre un espacio a la corrupción, pues ante la demora en los desembolsos, viene la extorsión para que el cheque pueda salir al destinatario. Quien no paga al funcionario responsable, su cuenta queda automáticamente embolataday durmiendo el sueño de los justos.
No entiende uno la razón que pueda existir en una dependencia del Estado al negarse el pago, pues si se contrata es porque tiene que haber disponibilidad de presupuesto, y al no procederse, se está causando un daño económico a quien cumplió con las condiciones de la contratación.
Los pagos de las dependencias estatales tienen que estar sujetos plazos precisos, yo diría que no debe sobrepasar un mes; y si llegare a ocurrir el no cumplimiento del compromiso, el funcionario debe ser sancionado, así como la entidad debe asumir el pago de intereses de mora por la no observancia de los compromisos.
Mientras no se establezcan procedimientos claros y precisos en la contratación, cada cual hace de las suyas y la corrupción sigue campante exhibiendo las más insospechadas formas de lo abominable.