Es insólito que en pleno siglo veintiuno, a pesar de la globalización de las comunicaciones y de la economía, una frontera tan dinámica como la colombo – venezolana permanezca cerrada como si estuviéramos viviendo una guerra entre los dos países. Son los gajes de la política.
El delito de contrabando es muy difícil de erradicar mientras existan diferencias tan marcadas en los precios de los productos que se comercializan en la zona.
Además, con los niveles de corrupción que se dan por ese mismo hecho, pretender que el cierre fronterizo es la solución, no es más que un procedimiento distractivo de una realidad mucho más grave.
Y es completamente incomprensible que dos gobiernos que se consideran amigos, no tengan canales de comunicación diplomática para acordar medidas conjuntas encaminadas al control de la delincuencia binacional que está a la vista de todos.
Por el contrario, el gobierno venezolano, de manera inconsulta, mantiene el cierre fronterizo que afecta a miles de familias de uno y otro lado, sin consideración alguna a las necesidades de educación, abastecimiento y locomoción, como si se tratara de aplicar un castigo ejemplar. Mucho tiene que ver la política interna en este proceder.
El contrabando fronterizo tiene dos facetas diferentes: La de pequeños comerciantes que buscan ganarse la vida con la diferencia entre el valor de lo que pagan por las compras y el que obtienen por su transporte y venta.
Este es un fenómeno del que viven muchas de personas, y que beneficia a la población menos pudiente que adquiere artículos a precios baratos.
La otra es la de los grandes contrabandistas que comercian sin dificultad cantidades inimaginables de gasolina y artículos subsidiados por el gobierno de Venezuela. Esto sigue ocurriendo de manera misteriosa.
El futuro político de Venezuela es incierto, porque con el triunfo de la oposición en las recientes elecciones parlamentarias se puede presentar un enfrentamiento de grandes proporciones entre el gobierno y la asamblea nacional que no se sabe a dónde puede conducir.
Ojalá que desde uno y otro poder se busquen caminos de reconciliación que favorezca a todos los habitantes de ese bello país. Y que beneficien también a la frontera, que sigue pasando por una situación angustiosa ya olvidada por los dos gobiernos centralistas.
No es fácil vaticinar cuál puede ser el futuro de esas relaciones en el próximo futuro con la posesión de los nuevos diputados, que ocurrirá en este el mes de enero. Lo único que deseamos es que impere la sensatez; que se tenga como única mira el bienestar de los ciudadanos; que se observe el porvenir como una oportunidad de mejorar sus condiciones de vida; y que se considere a la frontera como un territorio promisorio de gente trabajadora, en la que sólo unos cuantos delincuentes de uno y otro país la utilizan para sus fechorías.
Son los deseos para el año que comienza, y que con los augurios de que se lograrán hechos de paz en Colombia, también quisiéramos que en la frontera se depongan las armas y se terminen las represiones.
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