Los acuerdos logrados por el Gobierno Nacional y las Farc que se comunicaron solemnemente el pasado 23 de junio, que incluyen el cese bilateral de las acciones bélicas, han producido un alivio en la mayoría de colombianos porque esos convenios demuestran la voluntad de los jefes guerrilleros de desmovilizarse. Las frecuentes objeciones al avance de los diálogos que hacían algunos de los comandantes era lo que generaba dudas razonables sobre sus verdaderas intenciones.
Sin la pretensión de citarme entre comillas, cuando se adelantaban los diálogos del gobierno del Presidente Andrés Pastrana con las Farc, en 1999, anoté que la ausencia de los representantes de las Fuerzas Armadas en la mesa de las negociaciones era una falencia grave porque generaba desconfianza en los negociadores de la guerrilla. Al ver el resultado que se viene obteniendo en el actual proceso, creo que uno de los aciertos indudables fue haber puesto en contacto a los comandantes de Ejército y Policía con quienes fueron sus permanentes enemigos durante la vigencia del conflicto armado.
El doctor Alfonso Gómez Méndez, uno de los analistas más perspicaces de esta larga interlocución bilateral, lo afirma de manera muy precisa en su columna de El Tiempo del 28 de junio pasado:
“Desde un comienzo, el Presidente incorporó al proceso a las Fuerzas Militares y de Policía, manteniéndolas al tanto de la negociación. La presencia inicial de los prestigiosos generales retirados Jorge Mora Rangel y Óscar Naranjo, y luego de los militares activos bajo la dirección del general Javier Flores, fue definitiva.”
También es claro el doctor Gómez Méndez en señalar que el proceso continuará definiendo varios tópicos de fondo. Igualmente en que la implementación de los acuerdos será un asunto complejo que se debe abocar una vez se conozca lo acordado:
“Obvio que el fin apenas comienza. Faltan “temas gruesos” en la negociación y desarrollo e implementación de los acuerdos finales, aún no conocidos en su totalidad.”
Finalmente, el analista se refiere al asunto de capital importancia en Colombia como es la problemática general en lo relacionado con la desigualdad social, la deficiencia de la justicia, la salud y la educación, etcétera, que durante mucho tiempo se soslayó con la excusa de que el mal mayor era la presencia de las guerrillas. Una vez terminado el conflicto, se hará evidente para los ciudadanos que el Estado debe hacer un esfuerzo enorme para superar esas carencias de nuestra sociedad.
“También debe advertirse que si bien la guerrilla no es el más grave problema, sí ha sido a veces el principal pretexto para no resolver los problemas que aún nos impiden presentarnos como una democracia real, abierta e incluyente”, concluye Gómez Méndez.