La competencia electoral por la Presidencia está ocasionando hechos que es preciso dilucidar para saber por qué se causan y a dónde pueden conducir.
Se ha repetido, por ejemplo, que los candidatos que se sometieron a la última consulta interpartidista lograron una ventaja por su larga exposición ante la opinión pública, y se posicionaron bien en las encuestas posteriores.
Pero, es cierto, también, que la campaña definitiva está en su comienzo y nuevas cosas pueden ocurrir. Por eso me voy a ocupar del asunto que más comentarios suscita, el de las alianzas que pudieran hacer los candidatos rezagados en las mediciones publicadas.
Cabe preguntarse qué desean los analistas y comentaristas que claman todos los días para que se unan, sobre todo, los candidatos Sergio Fajardo y Humberto de la Calle.
¿Se quiere que triunfe una propuesta coherente respaldada por un contingente político cohesionado? O se trata simplemente de frenar a Iván Duque y Martha Lucía Ramírez.
Cuando se tiene un proyecto político y se explica bien, los electores lo acogen y le dan su respaldo en las elecciones.
Puede, incluso, que no se gane inicialmente, pero el proyecto mantiene su vigencia.
Así han llegado, en uno o varios intentos, propuestas políticas en todos los países democráticos.
Si lo que se pide es, simplemente, hacer coaliciones para frenar a quienes tienen mejor posición en las encuestas, se pueden cometer graves equivocaciones. Lo primero, es bajar la guardia en la competencia y desorientar a los seguidores que ven a su candidato actuando con inseguridad.
Además, si se propone hacer uniones oportunistas, y los candidatos ceden a esa presión de los medios interesados, ellos muestran una gran debilidad en sus proyectos y ponen a los políticos que lo apoyan en la encrucijada de seguir defendiendo sus tesis o cambiarse a las del otro.
Hay dos maneras de aspirar a la Presidencia de la República: La una es con la intención de ejecutar un programa de gobierno. La otra es con el deseo de ganar las elecciones “como sea”.
En Colombia hay dos ejemplos, no recientes, de ello: El primero, es el del doctor Carlos Lleras Restrepo que hizo una campaña seria con el apoyo de los dos partidos del Frente Nacional, y en su gobierno hizo la mayor modernización del Estado colombiano en el siglo pasado con una trascendental reforma constitucional. El segundo, es el del doctor Ernesto Samper Pizano que aceptó apoyos de dudosa procedencia para ganar las elecciones, y cuyo gobierno es uno de los más cuestionados de la historia nacional.
En Venezuela, el doctor Rafael Caldera se presentó para un segundo mandato en las elecciones de 1993 y, dada las disputas internas de su partido Copei, resolvió coaligarse con diversas minorías denominadas el “chiripero” con cuyo apoyo ganó la Presidencia y presidió un gobierno muy criticado. En las siguientes elecciones triunfó el comandante Hugo Chávez Frías, quien aprovechó hábilmente el desencanto ciudadano con los partidos tradicionales y el desprestigio del gobierno “de transición de Caldera.
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