El último día de Rober Claro Ortega, conocido como Piojo Negro, parecía ir tal cual su rutina desde que dejó de asistir al colegio. El joven, quien vivía en el barrio Los Almendros, entre las manzanas 7A y 7B, fue precisamente asesinado en una calle de este sector, a los apenas 14 años.
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El adolescente llegó a la casa en la que vivía con su tío, la pareja del mismo, y su abuelo. En la mañana del 14 de junio, se bañó y volvió a salir, sin avisar para dónde iba, como era costumbre. Volvió horas después, sobre las 2 de la tarde, y le pidió a su abuelo que le preparara su almuerzo favorito: un plato de plátano maduro con huevo frito, que disfrutó hasta dejar el plato vacío. Luego de eso, salió a reposar los alimentos sentado afuera de la vivienda, donde le llegaría la muerte.
Momentos después, un sujeto en una motocicleta Pulsar, con camiseta negra, saco rojo y casco negro, lo abordó, desenfundó un arma de fuego y le disparó en repetidas ocasiones. Rober intentó escapar corriendo, pero no tuvo éxito y metros más adelante terminó desplomándose a un costado de la desgastada carretera.
Quedó tendido cerca a unos cauchos que servían como decoración para la casa frente a la cual se dieron los hechos. El responsable se esfumó al mismo tiempo que la vida abandonaba el cuerpo del menor.
Sin rastro del asesino, la comunidad se asomó a la escena y comprobó que se había consumado el asesinato. Cubrieron el cuerpo con una sábana y avisaron a la Policía. Minutos después, la Brigada Interinstitucional de Homicidios (Brinho) hizo presencia en el lugar para adelantar la investigación y hacer el levantamiento del cuerpo.
La noticia se corrió por la zona y llegó hasta el barrio El Desierto, específicamente a oídos de la mamá de la víctima, quien llegó hasta el sector para confirmar que se trataba de su hijo.
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La hipótesis
La Policía pudo recopilar, por acciones de vecindario, que la víctima sería cercano a alias Chuky, quien se dedicaría a la venta de sustancias alucinógenas en el sector. De igual forma, el menor contaría con anotaciones por tráfico de estupefacientes.
Esto, sumado a la injerencia delictiva de la Familia P, precisamente dedicada al microtráfico en este sector, hace pensar a las autoridades que pueda tratarse de una muerte más relacionada con el control territorial de esta zona de la ciudad.
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