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Editorial
Miguel Uribe Turbay
Es repudiable el atentado contra el senador y precandidato del Centro Democrático, quien siempre ha venido advirtiendo del acelerado deterioro de la seguridad en Colombia.
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La opinión
La Opinión
Domingo, 8 de Junio de 2025

El atentado de ayer contra el precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay condujo a Colombia a una regresión al pasado sangriento cuando fueron asesinados los candidatos presidenciales Jaime Pardo Leal, Luis Carlos Galán Sarmiento,  Carlos Pizarro Leongómez y Bernardo Jaramillo Ossa.

Un doble rechazo debe manifestarse frente  a este grave acontecimiento. Por un lado que las balas no pueden llegar a imponer su lenguaje criminal en el debate electoral que ya ha empezado con miras a los comicios de 2026 y que es igualmente repudiable el odio político y la polarización que está enturbiando el ambiente político.

En medio de este ataque a la democracia en que se produjo el atentado contra Uribe Turbay aparece una grave actuación polarizante que proviene del mismo presidente de la República, Gustavo Petro, y que nos muestra la urgencia de desarmar la palabra evitando la descalificación de aquellos que piensan diferente,  desde los más altos cargos del Estado.

“¡Dios mio¡ ¿el nieto de un presidente que ordenó la tortura de 10.000 colombianos, hablando de ruptura institucional?”, fue lo que escribió el presidente sobre lo que había dicho el senador  Uribe Turbay sobre el nombramiento de Eduardo Montealegre, como ministro de Justicia.

Es urgente que el jefe de Estado haga un acto de contrición, desarme el discurso, detenga el escalamiento de la violencia verbal y le ponga fin a la radical descalificación de los opositores, procurando mejor la unidad nacional en lugar de caer en la polarizante estigmatización.

El mismo gobierno de Estados Unidos, en un fuerte mensaje  a la administración colombiana, coincide con lo que reflexionan hoy los colombianos, y que debe tener muy presente el jefe de Estado y su equipo: “el presidente Petro debe moderar su lenguaje incendiario y proteger a los funcionarios colombianos”.

Es demoledor para el país advertir que nos hemos devuelto a aquellos tiempos siniestros en que por ejemplo eran asesinados ministros, como ocurriera hace 40 años con Rodrigo Lara Bonilla, entonces titular de la cartera de Justicia, muerto por sicarios del narcotráfico.

Salvar la vida de Miguel Uribe es por el momento lo más importante, rogando por su salvación y porque salga adelante y  pueda retornar a sus banderas  políticas en su carrera a la Presidencia a la República.

Miguel Uribe Turbay, como muchos habitantes de Colombia, también fue cruzado por la violencia desde muy temprana edad, cuando en los tiempos de Pablo Escobar su mamá, la periodista Diana Turbay, fue asesinada por el Cartel narcotraficante de Medellín.

Pero también lo urgente es que lo ocurrido con el precandidato del Centro Democrático no se vaya a convertir en el inicio de una repetición de la historia en el siglo XXI de aquella temporada violenta sin precedentes cuando por cuestiones políticas se desató la ola de crímenes de aspirantes a llegar a la Presidencia de la República. 

Para el bienestar de la democracia este caso no puede quedarse en la simple detención del sicario sino profundizar en las investigaciones para dar con los autores intelectuales y determinar los motivos que se esconden en este ataque.

Toda la solidaridad con la familia de Miguel Uribe en este difícil momento y al mismo tiempo exigirle al Estado que les ofrezca las garantías de seguridad a quienes hoy se encuentran en el abanico de candidatos presidenciales y que haya respeto a las diferencias para que no se siga atentando contra la democracia colombiana.


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