

El Cementerio Central de Cúcuta se convirtió en un lugar de alto interés forense y de búsqueda de desaparecidos en medio del conflicto armado y de la inseguridad en la región.
El duelo que ha acompañado por años a muchas familias al desconocer qué pasó con sus hijos, hermanos, padres, tíos o demás parientes cercanos, cuyo rastro se perdió, lo han podido ir cerrando.
Aunque es lamentable que lleguen a comprobar sus corazonadas de que esos desaparecidos que se esfumaron murieron de manera violenta, el hecho de localizar sus restos y tener un sitio en el qué sepultarlos y poder visitarlos.
En un documento de Amnistía Internacional de preguntas y respuestas sobre la desaparición forzada, se observa como las familias a menudo son emocionalmente incapaces de pasar la página y aceptar la desaparición de sus seres queridos, llegando a sufrir angustia psicológica o enfermedades físicas.
Debemos recordar que el Informe Final de la Comisión de la Verdad -que precisó que el conflicto se agudizó entre 1996 y 2008- dentro de las víctimas se cuentan en Colombia un total de 121.768 personas dadas por desaparecidas, mientras que la Defensoría del Pueblo sitúa esa cifra en 201.819.
En el país, así como sucedió en la ciudad, numerosos camposantos fueron objeto de intervención con el fin de adelantar labores humanitarias de localización con técnicas especiales por parte de los especialistas de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas.
Es que este es uno de los capítulos que se deben tratar de llevar a su finalización, con múltiples propósitos. Que los seres queridos tengan la opción de recuperar los cuerpos. Que los afectados por la desaparición forzada puedan descansar en paz. Que los victimarios asuman responsabilidades y compromisos.
Por tales motivos hay que relievar lo que sucede en el centenario Cementerio Central de Cúcuta en donde hasta el momento, en cumplimiento de esa tarea coordinada con la Jurisdicción Especial para la Paz y Medicina Legal, se han rescatado 607 cadáveres de personas víctimas de ese delito.
Devolver la dignidad a quienes fueron enterrados sin nombre y permitir que sus familias inicien el proceso de duelo con certeza y memoria, es la filosofía y el propósito esencial de esta misión que hace parte del Sistema Integral para la Paz.
Sin embargo, hoy cuando se tratan de curar esas heridas, la lacerante violencia sigue teniendo a la desaparición forzada como método de terror para el control de territorios, como lo ha notificado la ONU.
Reforzar los mecanismos de búsqueda, investigación y de actuación inmediata, como lo ha planteado Naciones Unidas, es urgente hacerlo para que en décadas futuras los colombianos y nortesantandereanos no sigan asistiendo a las degradantes consecuencias de la desaparición forzada por parte de los grupos armados organizados al margen de la ley.
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