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Editorial
Bandera blanca
Ya la guerra habló y su cuadro dantesco convoca hoy a que se escuche la paz.
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La opinión
La Opinión
Martes, 3 de Junio de 2025

Los 135 homicidios y 67.802 desplazados es más que suficiente para que el Ejército de Liberación Nacional (Eln), que en su guerra con la disidencia de las Farc sumió al Catatumbo en el peor de los mundos, afloje en su radicalismo guerrerista y reanude los diálogos hacia una paz sin condicionamientos extremos ni jugadas por debajo de la mesa.

Helan la sangre ese par de cifras consignadas en el boletín del PMU departamental sobre la guerra desatada desde mediados de enero, en una degradación que trajo hasta los mortíferos drones explosivos.

Si esos datos preocupan a los citadinos, cómo será el drama de quienes en el territorio padecen ese conflicto, donde tanto la vida como la libertad penden de un hilo, pues los grupos en contienda creen que con su poder bélico intimidatorio son los amos para imponer el control político y social y entre sus atrocidades perpetrar el repudiable reclutamiento forzado de menores de edad.

Por eso hay que habilitar un oasis o abrir una ventana para las negociaciones que en su efecto inmediato conlleven a desescalar este capítulo conflictivo que les ha costado la vida a 119 civiles y seis firmantes de paz.

La Asociación de Madres del Catatumbo por la Paz ha hablado para que el fragor de los fusiles y las bombas cese y se dé una oportunidad a la palabra con el fin de insistir en una salida negociada al conflicto con el Eln que conduzca a un proceso de paz.

Sin embargo, se tienen que dar múltiples condiciones y verificaciones contundentes para que otra vez no vaya terminar siendo un proceso en donde el Estado y la sociedad llevan las de perder, mientras la guerrilla se fortalece militar y territorialmente.

Esos tienen que ser inamovibles innegociables. Igualmente, para el caso del Catatumbo, tiene que haber un cese inmediato de las hostilidades por parte del Eln y su renuncia a la financiación con economías ilegales como la del narcotráfico.

Que dicha organización armada que ha tenido fuertes enfrentamientos con el gobierno del presidente Gustavo Petro al cuestionar la política de Paz Total, asuma unos compromisos verificables es el reclamo que debe hacérsele para volver a la mesa, después del desastre que su enfrentamiento con la disidencia de las Farc ha dejado en la región.

Ya la guerra habló y su cuadro dantesco convoca hoy a que se escuche la paz para dibujar un paisaje de esperanza, en cuya nueva etapa de deliberaciones la sociedad civil de los territorios golpeados debe ser tenida en cuenta y no tratada como convidada de piedra.

“No parimos más hijos e hijas para la guerra”, que es el mensaje que salió desde territorio catatumbero debe interpretarse como un grito de miles de madres cansadas de la guerra y que va dirigido a todos los actores violentos y a las mafias financiadoras que se nutren de un territorio sembrado con 43.866 hectáreas de hoja de coca.

Entendiendo que en esta ocasión no puede llegar a ser una negociación más y que las atrocidades cometidas en el Catatumbo hay que pagarlas ante la justicia, esa opción planteada por las madres del Catatumbo debe acogerse, como una oportunidad de la que el país definitivamente salga de este intrincado círculo vicioso del conflicto armado interno hacia una paz que beneficie a todos y donde la seguridad, la integridad territorial y la presencia del Estado no queden comprometidas.


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