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Me gustan los toros
Algunas razones por las que creo se debe defender la tauromaquia. 
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Miércoles, 21 de Marzo de 2018

Finalizó la temporada taurina de Bogotá.  Asistí a una corrida, y acá me propongo defender el gusto por los toros, espectáculo al que he asistido desde muy niño, y al que pienso asistir hasta que se acabe. 
Sé que es una práctica que implica crueldad. También sé que no es obligatorio asistir, y al que no le gusta está en todo su derecho de no ir, e incluso tiene un derecho, más leve, de criticar a quienes asistimos. Sin embargo, también hay un derecho que tienen los taurófilos de poder disfrutar de la corrida de toros sin sentirse amedrentados por los antitaurinos.

Acá van algunas razones por las que creo se debe defender la tauromaquia. 

Es una tradición, y como tal debe ser respetada. Es cierto que no todas las tradiciones deben ser conservadas a toda costa, y es muy probable que las mismas se vayan “marchitando”. Pero mientras eso sucede, se debe respetar. Está bien que no haya dineros públicos que alienten y alimenten las corridas de toros, pero tampoco los debería haber para reinados, ni misas, ni la visita del Santo Padre, pues un estado laico, como el nuestro, tal cosa resulta inconstitucional.  

Además de ser una tradición, es una decisión. Tan respetable como los que comen carne, o son vegetarianos. Y como decisión que es, es absolutamente merecedora del respeto. Entiendo, y aplaudo, que haya una participación de los ciudadanos en la toma de las decisiones públicas, pero a punta de mayorías no se puede acabar con las decisiones de las minorías. 

¿Qué es una minoría la que va toros? Sí, lo es. Y también es una minoría las personas que forman parejas del mismo sexo, o las que siendo solteras quieren adoptar. También son minorías las etnias, y sus costumbres, y no por eso se puede permitir que, a punta de mayorías, en las urnas se les acabe. La democracia es más madura cuando las mayorías respetan a las minorías, pero no cuando las mayorías aplastan a las minorías.  

Sé que hay argumentos, algunos sólidos, para repudiar la fiesta brava. Pero también, a la luz de algunos fanáticos, habrá argumentos para repudiar que un niño no se bautice, o que las mujeres voten. Unos pasos al norte, Mr. Trump repudia a los latinos. ¿Tiene razón?  

No quiero caer en el ejercicio intelectual, hábil, pero en engañoso, de relativizar todo. Hay unos innegociables que, por serlo, se deben respetar, pero no me parece que la fiesta brava sea uno de ellos. 

Bien por Barcelona que los prohibió. Fue su decisión, y es tan respetable como los taurios que se reúnen a la salida de Bogotá a festejar en una plaza privada. Ya estamos grandes, como especie, para poder llegar a unos acuerdos en los que se respete la decisión de cada uno. 

Sé que los antitaurinos me revirarán usando el dolor del toro, el sufrimiento. Y sí, es válido. Es un argumento fuerte, pero por fuerte que sea no es suficiente para prohibir las corridas. En la carnicería también se sufre. 

¿Habría que prohibir que se comiera carne?  

 

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