Hay tres ministros que deberían salir del gabinete, aprovechando que pronto habrá remezón.
Vamos uno a uno.
Primero, el que debería haber salido ya. El señor Iragorri, que bajo su administración pasó la medio bobada de que Colombia volvió a ser un territorio no libre de aftosa.
Ese dato, del que no se ha hecho suficiente bombo, es gravísimo. Hace que Colombia ya no pueda exportar carne. Rusia, por ejemplo, que era el mayor comprador de carne, cerró sus puertas.
Este detallito, el de no poder exportar, hace que, al inicio, el precio de la carne de desplome, ya que habrá más oferta en el mercado local, producto del exceso de carne. Luego, pasado un tiempo, el precio se elevará por las nubes, ya que habrá surtido el efecto de desincentivo de la actividad.
Mejor dicho, el señor ministro debe salir del gabinete ya. Se enredó en una batalla contra el director de Fedegán, que sí había hecho la tarea de la vacunación, y ahí están las consecuencias.
Otro que debe salir es el señor ministro de la Defensa. Puede que no sea responsable directo de la súper explosión del número de hectáreas cultivadas de coca, pero la bomba le explotó en sus manos.
Su paso por el ministerio ha sido deslucido y, en alguna medida, demasiado bajo para el perfil que requiere dicha cartera.
Un hombre de negocios, muy del sector industrial y gremial, terminó haciendo reportajes en anchas guayaberas. Por ahí no era la cosa.
El otro que debe salir, a toda velocidad, es Cárdenas, el de Hacienda y Crédito Público.
Administrar riqueza es fácil, pero la cosa, con barril a 50 dólares, es más dura.
Cárdenas Santamaría, un hombre que nació para ser ministro: Lo fue en el 93 de Desarrollo Económico, en el 98, pero esta vez de Transporte. En el 2011 el turno era para la cartera de Minas y Energía. Y en el 2012 descolló como ministro de Hacienda.
Todo un récord.
El señor Cárdenas le tocó la advertencia de las calificadoras sobre el grado de inversión, le tocó, por demás, los números más flojos de crecimiento de la economía en años. También le tocó reconocer que había enfermedad holandesa, con todos sus síntomas.
Le tocó, también, una receta durísima para compensar la pérdida de ingresos, que fue la tributaria.
Además, ha tenido una dosis alta de la paquidermia pública, que esta vez está en cabeza del Banco de la República, que se demoró más de lo recomendado en subir las tasas de interés, y ahora se está demorando más de lo debido en bajarlas.
En fin, le ha tocado al ministro, al cuatro veces ministro, una dosis de realidad muy severa, y el presidente debe pensar en darle un aire a esa cartera.