
Minimizar los problemas generalizados que afectan a los colombianos es torpeza mayúscula. Los que se oponen a una apertura que haga posible las soluciones esperadas se aferran a una mezquindad nociva contra las posibilidades de un nuevo desarrollo nacional. Y no deja de provocar alarma que desde el Congreso se active esa resistencia, cuando debieran promoverse desde allí el fortalecimiento de la democracia y el cumplimiento de los fines del Estado consagrados en la Constitución de 1991. Es insólito que quienes hacen parte de la más alta instancia del poder legislativo se opongan al reconocimiento de los derechos sociales de los trabadores.
Y no se advierte de parte de sectores con participación en el manejo de la nación voluntad de contribuir a la superación de los males recurrentes. Aunque admiten que se requieren cambios, a la hora de las decisiones insisten “en más de lo mismo”. Todo lo quieren a la medida de sus intereses. No ceden en la concepción hegemónica de los privilegios que han acumulado a costa de necesidades insatisfechas de la población excluida.
No se debe desconocer la disposición demostrada por quienes han asumido la causa de un acuerdo nacional. Juan Fernando Cristo lo propuso como parte fundamental de su gestión al asumir el Ministerio del Interior. Lo hizo con el pleno respaldo del presidente Gustavo Petro y planeó metas tendientes a crear una corriente de entendimiento que hiciera posible abrir un nuevo rumbo en el manejo de la nación.
Cristo logró demostrar que los males nacionales reclaman la concurrencia activa de los diferentes sectores. Pero a pesar de haber sido escuchado por las cúpulas del establecimiento no se alcanzó la suficiente consolidación de ese propósito. Sin embargo, se debe seguir trabajando en esa posibilidad y el mismo Cristo tiene las condiciones para continuar en la búsqueda del acuerdo.
En Colombia no se puede seguir de espalda a los problemas. Lo sucedido en el Congreso con las reformas a la salud y laboral son leños para avivar una hoguera abismal. Los correctivos se imponen y deben aplicarse cuanto antes para evitar mayores deterioros en el tejido institucional del país.
Y la salida no es la confrontación bajo presiones de intereses políticos que dejan como resultado desquiciamientos que debilitan el llamado Estado de derecho.
¿Cómo no entender como fundamental un acuerdo nacional para fortalecer en unidad la construcción de la paz, con todos los beneficios que aportaría ponerle fin a un conflicto armado que le ha dejado a la nación el dolor de la muerte, el desgarramiento de su territorio y la expansión de la criminalidad en sus más ásperas versiones, con 10 millones de víctimas en postración?
Acuerdo también para reconocer derechos, desarrollar políticas de protección ambiental, cortarle alas y pasos a la corrupción, fortalecer la educación y la salud, promover el empleo y erradicar los privilegios que empobrecen y aumentan la desigualdad.
El dogmatismo de la oposición contra los correctivos que requiere Colombia es de tipo clasista, con lo cual desmantelan la democracia y exponen al país a la inestabilidad recurrente.
Puntada
Un saludo de querencia a las madres. Todas merecedoras de la solidaridad que preserve sus derechos. Que la felicidad sea resplandeciente en su día.
ciceronflorezm@gmail.com
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