La política sigue siendo una de las actividades más emocionantes y naturales de la historia. Apasiona, produce ideas, muestra la fragilidad de los seres humanos, sus pensamientos, contradicciones, intereses diversos, pero también sus facetas más inimaginables posibles.
En efecto la política es una profesión que ha existido desde el inicio de la historia escrita de la humanidad. Al igual que el comercio, la medicina y el Derecho; la política es una profesión inveterada. Empero, en Colombia ejercerla no es un camino fácil desde ninguna óptica.
El sistema político no se ha reformado para que la participación ciudadana sea más accesible en términos de incentivos para competir por el poder público. En eso la democracia ha sido incompleta, porque si bien desde el punto de vista normativo hay mecanismos de participación ciudadana ideales, en la práctica es una odisea.
Piensen ustedes en estos interrogantes: ¿cómo haría un ciudadano para acceder a un cargo de elección popular como por ejemplo una Alcaldía o Gobernación sin una plataforma como un partido o movimiento político? ¿puede este tener certeza de conseguir un aval de una colectividad sin dificultades y en igualdad de condiciones? ¿cuánto podría implicar en términos de costos económicos? ¿podría un ciudadano de a pie pero con vocación política intentar una competencia electoral sin ingentes cantidades de recursos para competir? ¿qué mecanismos objetivos debería haber para garantizar transparencia en la selección de candidatos a representar una colectividad? ¿existen en la actualidad o dependen de unas jerarquías políticas que atrincheran los espacios de participación? ¿sería más fácil y económico usar una plataforma como un movimiento de firmas ciudadanas que avalen una candidatura? ¿debería el Estado entrar a financiar campañas y prohibir el ingreso de otros recursos diversos? ¿aquel que invierte muchos recursos gob
ierna con libertad o con compromiso mercantilista?
Estos cuestionamientos son necesarios para avanzar en las posibilidades de reactivar ya no solo la política sino la democracia. En Colombia no se ha querido reformar el sistema político para facilitarlas. Se sigue manteniendo el eufemismo de la palabra “democracia” para facilitar el status-quo actual. Es algo parecido a lo que el profesor Sandel menciona en su libro “La tiranía del merito” al argumentar que la meritocracia es el eufemismo del sistema para evitar una verdadera distribución de las oportunidades y cargos en un plano de igualdad entre ciudadanos.
La meritocracia para el profesor Sandel solo alimenta la división entre aquellos ciudadanos que logran acceder –a través de diversos mecanismos morales e inmorales- a los cargos públicos y se consideran “ganadores y merecedores” de estos y aquellos otros que no logran entrar y se consideran “perdedores” de la sociedad, generando rencor, división y desconfianza colectiva para lograr un bienestar común ideal.
En ese mismo sentido, ahora que se vislumbran el próximo año elecciones es el momento de exigir en la agenda política de los candidatos una real reforma política para abrir el espectro; para lograr consolidar una democracia constitucional verdadera, que no implique dependencias en lo económico y lo hereditario, para así afianzar más los pergaminos que traza nuestra Constitución.
Por ahora solo unos pocos candidatos han mencionado este tema. La mayoría teme a que el status-quo cambie con una reforma política de esta envergadura. Mientras no esté en la agenda pública la reforma de variables como proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política y libertades civiles; Colombia seguirá siendo una democracia débil, formal, imperfecta, personalista e híbrida (mirar Índice de Democracia 2020).