Alcanzar los 500/500 puntos en el examen Saber 11 sigue siendo, sin duda, el símbolo máximo de la excelencia académica en Colombia. No hay discusión posible: llegar al puntaje perfecto es una hazaña reservada a mentes disciplinadas, constantes y brillantes.
Sin embargo, en los últimos años esta marca -antes casi mítica- parece haber dejado de ser una excepción para convertirse en tendencia.
Solo en 2025, cuatro jóvenes lograron la calificación ideal: José Carlos Navarro, de Montería; Óscar Julián Fernández, de Sibundoy (Putumayo); Andrés Felipe López, de Cúcuta; y Juandiego Pinzón Villalba, un santandereano de la provincia Comunera que ya había alcanzado este logro con apenas 16 años.
Los nombres cambian, las regiones se multiplican, pero el resultado se repite. Y entonces surge una pregunta inevitable: ¿El examen del Icfes mide realmente inteligencia o mide estrategia? ¿Es cuestión de talento o de saber contestar con las reglas del juego?
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Porque más allá de la admiración que despiertan estos jóvenes -que la merecen, sin duda alguna- el fenómeno invita a una reflexión más amplia sobre la naturaleza misma de la evaluación.
¿Qué tanto refleja hoy el examen las competencias reales de los estudiantes, y qué tanto recompensa la capacidad de dominar su estructura y anticipar su lógica?
Un ejemplo claro de esta nueva dinámica es el Grupo 500, una iniciativa nacida en Bucaramanga por Sebastián Flórez y Andrés Rivero, estudiantes de Medicina de la Universidad Industrial de Santander.
En solo cinco años, este proyecto educativo ha acompañado a más de 20.000 jóvenes de todo el país, con un enfoque que combina disciplina, técnica, estudio, repaso, análisis, evaluación y comprensión profunda del formato del examen.
Los resultados hablan por sí solos: cinco de sus estudiantes han alcanzado el puntaje máximo nacional, y en 2025, dos de ellos —Fernández y López— hicieron historia con sus 500/500.
“Llevamos más de cinco años preparando jóvenes de todo el país; ya son más de 20 mil estudiantes los que han pasado por nuestras clases. Este año, dos de ellos alcanzaron el puntaje perfecto”, explicó Sebastián Flórez, en un comunicado oficial.
Lo interesante aquí no es solo el éxito, sino lo que revela: el examen puede ser aprendido como un lenguaje, entendido como un sistema, dominado como una técnica. Lo que antes parecía un misterio hoy puede entrenarse.
Entonces, ¿qué mide realmente el Icfes? ¿La inteligencia académica, la memoria, la comprensión, la adaptabilidad o la estrategia para responder?
Quizás todas a la vez. De pronto la verdadera destreza está en saber adaptarse, en entender cómo piensa el examen y responder desde allí. Pero también es válido preguntarse si ha llegado el momento de repensar la prueba, para que siga siendo un instrumento de evaluación vigente y no una competencia de algoritmos humanos.
Mientras tanto, los jóvenes de los 500/500 siguen brillando —y con justicia. Porque dominar un sistema, entender sus claves y alcanzar la perfección dentro de sus reglas también es, sin duda, una gran capacidad de retentiva y, por supuesto, una forma de inteligencia. ¿Usted qué opina?
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