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Política
Si el presidente quiere medir su popularidad, que renuncie y vamos a elecciones: Paloma Valencia
La congresista participó en la marcha del pasado 21 de abril y dijo que ni el Centro Democrático ni nadie quiere tumbar al presidente.
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Lucy Araque
Lucy Araque
Domingo, 28 de Abril de 2024

La senadora del Centro Democrático, Paloma Valencia, es una de las voces más críticas del gobierno del presidente Gustavo Petro. Desde su curul en el Congreso de la República se ha convertido en un contrapeso de las iniciativas que intenta sacar adelante el Gobierno Nacional, porque, en su criterio, están sustentadas más en “un fanatismo ideológico”, que en la verdadera respuesta que necesitan los colombianos a la situación actual.

Valencia, quien es además una de las figuras que podría entrar en la carrera presidencial de 2026, estuvo esta semana en Cúcuta para participar en el foro ‘Cúcuta y Norte de Santander: Retos y Desafíos 2024’, y en entrevista con La Opinión habló de esos asuntos que le preocupan hoy del país, del deterioro de la seguridad y dijo por qué cree que Gustavo Petro es un presidente “embebido por el poder y la soberbia”, al que le cuesta ejecutar.

¿Cuál es su lectura hoy del país?

Estamos enfrentando un gobierno con un proyecto de estatización de todos los sectores económicos que participan en la prestación de los diferentes servicios como salud, pensiones, servicios públicos, infraestructura y con tintes antidemocráticos, que abusa del poder para imponer unas reformas que no vienen de la coyuntura del país, sino del fanatismo ideológico.

 ¿Qué es lo que más le preocupa?

 Que estas son las recetas que han seguido los regímenes totalitarios a lo largo y ancho del continente que han fracasado, y que no solamente han dado como resultado una crisis económica y el agravamiento de los problemas de pobreza, sino, además, unos daños estructurales a la democracia que afectan la celebración de elecciones libres.

También me preocupa que este gobierno, o descuida o entrega nuestra seguridad, y pareciera que los colombianos nos quedamos sin economía, sin sector privado y, al mismo tiempo, asediados por los violentos.


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A propósito de la seguridad, el deterioro es cada vez más evidente y hoy en Cúcuta y su área metropolitana la gente tiene miedo, ¿cuál cree que es la principal causa de ese panorama?

La principal causa es la política de ‘paz total’. Una política que ha significado ceses al fuego unilaterales, porque las Fuerzas Armadas están atadas de pies y manos, mientras que los grupos armados han aumentado su control territorial y el número de miembros en armas.

Por ejemplo, según informes de la Defensoría del Pueblo, pasamos de 230 municipios controlados por las disidencias a tener 299, y hemos crecido en 3.500 hombres en armas en apenas un año y medio del gobierno Petro.

De manera que, el cese al fuego solo ha servido para fortalecer a los grupos criminales.

¿Qué podría pasar a la vuelta de unos meses o lo que resta de este gobierno, si no se toman acciones urgentes frente a lo que viene ocurriendo en todo el país?

La negligencia del Gobierno en materia de seguridad ha llevado a que hoy tengamos más de 16.000 hombres en armas, una cifra que teníamos en 2010, antes del acuerdo de La Habana.

De manera que, hoy tenemos criminales impunes sentados en el Congreso y no tenemos la disminución de todas las estructuras armadas, porque simplemente la falta de lucha contra los negocios ilegales dio aire para que crecieran. Como vienen las cosas, haciendo una proyección simple, vamos a terminar el Gobierno con más de 24.000 hombres en armas. Eso significa que Colombia se devolverá a las épocas de la violencia más cruda.


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¿Considera que bajo el amparo de la ‘paz total’ hay algunas regiones de Colombia que se encuentran en estos momentos ante una suerte de anarquía?

Varias regiones de Colombia están en una suerte de anarquía. Por supuesto, las que tienen mayor cantidad de cultivos ilícitos son las más afectadas, Putumayo, Nariño, Norte de Santander y Cauca que, sumadas, concentran el 84% de estos cultivos y se están convirtiendo prácticamente en zonas de despeje, donde los negocios ilegales y los grupos ilegales prosperan, mientras que los derechos y garantías de los ciudadanos disminuyen día a día.

Teniendo en cuenta este escenario, ¿cree que la promesa de la Seguridad Democrática 2.0 podría permitirle a su partido volver a ser una opción de gobierno en 2026?

El país lo que necesita es un presidente que se ponga las botas y solucione los problemas de los colombianos. Hay, evidentemente, una crisis de seguridad que va a requerir una acción muy importante para recobrar el territorio y devolverles a los colombianos la tranquilidad de estar bajo un estado de derecho y no bajo el imperio de los criminales.

Hay que hacer una gran política social que nos permita superar la pobreza y darles oportunidades a los ciudadanos. Hay que jugársela por la juventud ciudadana y, por supuesto, hay que cuidar al pequeño empresariado colombiano, hoy profundamente afectado por la crisis económica.

Pulso Gobierno-oposición

Las marchas del 21A, sin duda, fueron un mensaje contundente al presidente. Él, sin embargo, más que concertar y llamar a la unidad insiste en que lo quieren derrocar, ¿quiere el Centro Democrático tumbar al presidente?

Ni el Centro Democrático ni nadie quiere tumbar al presidente, todo lo contrario, aquí se están haciendo anotaciones sobre lo que le conviene al país.

Esta ha sido una oposición democrática, no hemos ido a bloqueos ni a destrucción de lugares públicos ni ejercido presiones indebidas, caso muy distinto de la oposición que lideró el presidente Petro, donde todo el tiempo hablaban de derrocar al presidente Duque, a través de bloqueos, violencia y amedrentamiento de la sociedad.

Eso sí era querer tumbar al presidente. Aquí lo que hay es una crítica en torno al futuro de Colombia, porque los países que estatizan todo fracasan.

¿Cuál considera usted que puede ser el efecto de mantener el discurso de división entre ese pueblo que él reconoce, porque es el que lo respalda, y el que está inconforme?

Hay una especie de soberbia en el presidente, pues él considera ser el único intérprete del pueblo y si alguien dice algo que no esté pensando, eso no representa al pueblo. Pretende medir su popularidad enfrentando una marcha con otra, cuando no hay una manera sensata de medir esas marchas.

Si el presidente quiere medir su popularidad, que renuncie y vamos a elecciones. Lo que preocupa es que la ciudadanía está utilizando los mecanismos democráticos para protestar contra el Gobierno en las marchas más grandes que hayamos tenido en la historia reciente y el presidente simplemente es ciego, es sordo, pero sobre todo, soberbio. Es un presidente embebido por el poder.


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Gustavo Petro siempre habla de que le quieren dar un golpe blando, ¿cree que ese golpe blando se lo está asestando el mismo Gobierno al no avanzar con los cambios que prometió?

No hay ni golpe blando ni golpe duro contra el presidente Petro. El presidente creyó que cuando a uno lo eligen en una democracia se vuelve una suerte de emperador y resulta que los presidentes están sometidos a los límites de la Constitución y la ley, y a los contrapesos de todos los poderes públicos que bien pueden y tienen el derecho de decirle ‘no’ a las iniciativas del presidente.

¿Está el mandatario dedicado a victimizarse más que a gobernar?

Al presidente Petro le gusta es ser candidato, echar discursos y hablar paja. Le cuesta mucho trabajo ejecutar, hacer las cosas. Él es el presidente de los derechos de papel, que cree que con constituciones y proyectos de ley que dicen garantizar los derechos, estos se garantizan, cuando lo difícil es la implementación, la realización, hacer las cosas para que los colombianos estén mejor. En eso se raja radicalmente.

Reformas

Por lo visto en los últimos días con las EPS y el giro directo a la IPS, ¿podría pensarse que empieza a haber una reforma a la salud de facto?

La reforma a la salud es tal vez el daño más grave, después de la seguridad, que le va a causar Petro a Colombia, porque nosotros llevamos 30 años tratando de formar un buen sistema de salud, con unos resultados que son sobresalientes, que no son perfectos, claro está, pero si nos comparamos con Perú, con México, Ecuador, Bolivia, los países centroamericanos, incluso, con Argentina y Chile, nos daremos cuenta de que Colombia tiene un mejor sistema de salud.

Destruirlo bajo la utopía de que un sistema de salud manejado por los gobernadores y alcaldes va a resolverles los problemas a los colombianos, no solamente es ingenuo, sino que muestra mala fe, porque todo mundo sabe que la política en Colombia está permeada por la corrupción y que gran parte de la crisis de los hospitales públicos se explica porque son fortines políticos y electorales.

¿Y cuál es su mayor inquietud frente a la reforma pensional?

La reforma pensional no afecta a quienes van a ser beneficiarios de ella, pero, por supuesto, la pregunta es, ¿quién va a pagar la cuenta? A mí me parece sumamente irresponsable volver a las prácticas que el mundo ha abolido, de gastarse la plata de los jóvenes o los niños y de los bebés que aún no han nacido y que, por allá, en el 2045 van a estar debiendo fortunas que nos hemos gastado nosotros.

Crecerle la deuda pensional a este país en 150 o 190%, que es lo que hace este proyecto de ley, es absolutamente irresponsable con los colombianos que están apenas en su niñez o por nacer.


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¿Cree que el tiempo les está dando la razón y Colombia sí está ante un riesgo latente de volverse como Venezuela?

Colombia está viviendo un proceso de destrucción de su sector privado, el sector turismo, gravándolo de una manera tan radical como lo hicieron en la reforma tributaria, los tenderos y muchos más. De manera que, uno siente que aquí sí hay un ataque contra el sector productivo.

Por otro lado, tenemos una situación sumamente grave en términos de violencia. Muchos se preguntan si esas guerrillas de izquierda con las que hoy se negocia la supuesta ‘paz total’ y que gozan del beneficio del cese unilateral del fuego se van a convertir en las milicias con las que soñaba Hugo Chávez.

Finalmente, hay una inquietud muy grande frente a una constituyente, que dice el presidente Petro no tiene que respetar las formas de la Constitución y que puede significar la destrucción de la institucionalidad actual.

¿Será esta finalmente la oportunidad de que una mujer asuma las banderas del Centro Democrático en la carrera presidencial?

Estoy segura de que voy a llegar a la Presidencia de la República y seré la primera mujer presidenta que se pondrá las botas para recorrer los lugares más pobres de Colombia e ir con los ciudadanos a solucionar los grandes temas de la nación. Hay que dedicarse a una Colombia que haga y no que hable tanto.


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