Más allá de Belén, hacia la parte alta de la Comuna 9, se alza el barrio María Teresa, donde habitan más de 830 familias, entre colombianos y migrantes venezolanos, que día a día luchan por una vida digna con su trabajo comunitario.
Shirley Yaneth Espinosa, presidenta de la Junta de Acción Comunal (JAC), fue quien invadió las tierras un 29 de septiembre de 2009, junto a su familia. El terreno se caracterizaba por cuestas montañosas y espinas que poco a poco fueron aplanando; para abrir paso de carretera, recibieron ayudas de políticos en campaña.
“Tan pronto nos asentamos llegó un señor a decir que era el dueño, a él le compramos el lote y le cancelamos en cuotas, pero resultó que no era el verdadero dueño, ahora nos toca volver a pagar”, relató.
Desde entonces, el agua fue una de las luchas más fervientes; el servicio llegaba cada 20 minutos en un máximo de 200 litros de agua. Para poder lavar sus ropas debían desplazarse hacia una pequeña fuente de agua salada que corría a solo 200 metros del sitio.
Así han vivido desde siempre, luchando por conseguir lo que hoy tienen y por lo que aún les hace falta. El 17 de enero de 2017 fueron legalizados oficialmente como barrio y, en ese trayecto, han tenido que enterrar a uno de sus líderes, quien sufrió un cruel asesinato.
“Aquí muy poco nos colaboran. Para que este barrio esté grande y legalizado como lo llevamos, nos hemos mantenido siempre en lucha”, dijo Espinosa.