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La muerte sigue 'cazando' jóvenes en Cúcuta: Negro recordó a su amigo y cuatro horas después lo mataron
Yendris Jesús Blanco Díaz sería la nueva víctima de la lucha territorial entre bandas.
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La opinión
La Opinión
Lunes, 14 de Julio de 2025

La muerte está rondando por la ciudadela Juan Atalaya y está ‘cazando’ a un grupo de amigos, encadenando muerte tras muerte en apenas poco más de un mes. Ahora Yendris Jesús Blanco Díaz se unió a Joyita y José Manuel Arévalo en la lista de jóvenes víctimas de hechos de sangre en Cúcuta.


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Quizá como si fuera un presentimiento, la última huella que dejó Yendris o Negro, como era conocido, en el mundo digital, fue compartir una publicación por redes sociales en honor a Kevin Jeanpierre Carvajal Joya, Joyita, sin saber que horas después la muerte le llegaría a él.

El pasado sábado, 12 de julio, a la 1:50 de la tarde, Negro compartió un video de la muerte de Joyita, mientras lo titulaba “original mi ñerito, usted sabe, siempre presente, mi loquito”, en su memoria al cumplirse más de un mes de su asesinato a mano armada, desconociendo que cuatro horas después protagonizaría otro homicidio.

Sobre las 6:00 de la tarde el joven, que no superaba los 20 años, llegó al barrio Ciudad Rodeo, cerca al Anillo Vial Occidental con una joven de aproximadamente 16 años. Ambos caminaban en medio de los estrechos pasillos que separan las torres de este sector.

Al pasar por las torres A y B, y en medio de la oscuridad de la noche, apareció un sujeto armado que le disparó en repetidas oportunidades, algunos miraron por la ventana aceptando la normalidad de este tipo de incidentes en una zona de complejidad en aspectos de seguridad.

Negro quedó tendido sobre el asfalto, un poco de su sangre empezó a derramarse, ante la mirada de su acompañante, quien fue la portadora del pánico de la situación, el joven aún estaba con vida, aunque seriamente herido.


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Algunos allegados llegaron a este punto, lo sacaron de dicho pasillo y lo trasladaron hasta el Policlínico de Atalaya, el centro asistencial más cercano, a poco más de 15 minutos del lugar de los hechos, instantes que fueron claves, pero que condenaron a Negro.

Poco después se confirmó su muerte por la gravedad de las heridas que había sufrido. Sin saberlo, aquella publicación compartida había sido un presagio del destino que le esperaba.

Negro, Joyita y Arévalo fueron todos víctimas del mismo destino: un ataque armado en la ciudadela Juan Atalaya, un traslado de emergencia al Policlínico, donde todos murieron en cuestión de minutos, una presunta cacería a un grupo de amigos.

La Policía Metropolitana de Cúcuta se trasladó hacia el centro médico, mientras varias patrullas se dirigieron al lugar del ataque para iniciar las respectivas pesquisas.

Ante la mirada de los residentes de las torres involucradas, el Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) de la Fiscalía llegó a la escena del crimen e iniciaron el proceso investigativo. Sin embargo, el silencio, una vez más reinó.


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Como suele ser costumbre en este tipo de hechos de sangre, escucharon los disparos y los gritos, pero nadie salió, nadie vio nada. El suceso quedó en el olvido colectivo y tras la partida de las autoridades, la rutina volvió a tomar protagonismo, la noche continuó como si nada.

En la mañana siguiente, una pequeña mancha era el único recuerdo que quedaba del crimen, algunos curiosos se asomaban a la zona y entre murmullos comentaban lo sucedido, recordando, quizá, como el pasado 27 de abril, en ese mismo pasillo se había perpetrado un homicidio de naturaleza similar.

Las autoridades siguen trabajando para tratar de esclarecer los móviles detrás del asesinato de Negro. Está bajo investigación sus antecedentes.

Según fuentes judiciales, el hecho estaría relacionado con la lucha por el control territorial que se está llevando a cabo entre diferentes bandas, una de las cuales tiene mayor injerencia, siendo la conocida como Familia P, que han dejado diferentes homicidios selectivos, en especial contra jóvenes, tal cual le pasó a Joyita, de 16, asesinado en el barrio Minuto de Dios, y a Arévalo, de 20, ejecutado en Atalaya primera etapa.


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