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Históricos | Cuando murió un reconocido funcionario en 1983
Chucho Lamk tenía en el momento de su deceso 36 años, estaba casado con María Eugenia Espinosa con quien tenía dos hijos menores.
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La opinión
La Opinión
Sábado, 26 de Abril de 2025

Apenas comenzaba el año 1983. Todavía resonaba la pólvora del Año Nuevo y los guayabos y resacas aún retumbaban en la cabeza de algunos funcionarios públicos, particularmente del sector cucuteño de la salud.

Después del arduo trabajo que representaban las atenciones que debían hacer médicos, enfermeras y demás profesionales sanitarios para atender a los pacientes que llegaban a urgencias del Seguro Social, a mediados del mes de enero el merecido descanso no se hizo esperar.

El fin de semana del 14 de enero, la administración del Seguro Social en cabeza de su gerente, el abogado Jesús Ricardo Lamk Álvarez, había programado un agasajo como homenaje de despedida del jefe de personal de la entidad Hernando Angarita, en el restaurante Portón Oriental, al que asistió la plana mayor de la directiva y los profesionales de la medicina adscritos a la entidad.

Previo a su llegada al restaurante, ‘Chucho Lamk’, como cariñosamente lo llamaban amigos y conocidos, había sostenido una reunión en la casa de su antecesor, quien en compañía de su amigo concejal Ismael Quintero, trataron algunos temas de interés común.

A eso de la medianoche, terminada la recepción del restaurante y siendo ‘la noche aún joven’, un nutrido grupo de participantes decidió que debían seguir la parranda en otro ambiente, más divertido y ameno, razón por la cual decidieron seguirla en la discoteca El Paraíso, donde, luego de unos tragos adicionales, la fiesta dejó de ser alegre.

A esa hora, alrededor de las tres de la mañana, el grupo se había reducido y los ánimos exaltados a niveles inesperados. Sólo unas pocas personas quedaban en el grupo, entre los que se contaban algunos médicos como los hermanos Carlos y Joaquín Figueredo Molina y Hernando Gómez Sarmiento, acompañados del gerente del Seguro Social, quienes ya pasados de copas, en la misma entrada del establecimiento se fueron a las manos, liándose a puños después de un acalorado intercambio de palabras no propiamente agradables.


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El caso es que de las palabras trascendieron a los hechos, pues los mutuamente agredidos salieron a armarse, como preparándose para un duelo, al mejor estilo de las epopeyas del viejo oeste americano.

Se lee en las crónicas de la época que, tanto el gerente Lamk como los médicos Figueredo, fueron a sus casas, sacaron sus armas, no digamos como para una justa como lo hacían antaño quienes se sentían agredidos en su honor, sino para encontrarse en el campo de batalla, que en esta ocasión resultó ser el desayunadero ‘Los Guaduales’.

Ya para esa hora, el conductor oficial del vehículo de la gerencia del ISS, había sido liberado de la responsabilidad de seguir acompañando a su jefe después de intervenir en los agrios enfrentamientos, llamando a la policía, que a fin de cuentas llegaron después de la primera contingencia sucedida a la entrada de la discoteca.

A partir de entonces Chucho, siguió manejando solo su carro asignado. No tardó mucho en conseguir su arma personal y dirigirse al lugar de encuentro a donde llegó cuando los hermanos Figueredo ya estaban allí esperándolo y sin mediar palabras empezó el intercambio de disparos. En la investigación realizada posteriormente se concluyó que en el momento del inicio de los disparos, el médico Carlos Figueredo cayó al suelo, más como una reacción de defensa por los disparos, ya que no recibió ningún disparo.

En ese momento, su hermano Joaquín, que había sido herido de un tiro en el hombro por su contrincante, creyendo a su hermano muerto, disparó contra el gerente atacante propinándole una herida en el costado izquierdo del cuerpo causándole la muerte inmediata.

Aunque el cuerpo del baleado fue trasladado de inmediato al centro asistencial, no fue posible su resucitación y a la cinco de la mañana procedieron a la práctica del levantamiento del cadáver. El caso generó una conmoción general en la ciudad, calificando como “un hecho absurdo” dadas las circunstancias en que se produjo, más parecida a una “tragedia griega”, según las expresiones del abogado Luis Fernando Carrillo, amigo personal de la víctima.

Chucho Lamk tenía en el momento de su deceso 36 años, estaba casado con María Eugenia Espinosa con quien tenía dos hijos menores.

Nacido en la ciudad de Cúcuta, estudió Derecho en la Universidad Libre de Bogotá en la que recibió su diploma de abogado, después de lo cual se desempeñó como juez en Bogotá y Cúcuta.

Fue tesorero del municipio de su ciudad natal por dos períodos consecutivos a comienzos de la década de los años ochenta. De allí fue nombrado Secretario de Gobierno departamental. El aprecio que la ciudadanía cucuteña le profesaba se manifestó en el acompañamiento que se le hiciera, cuando centenares de personas de todas las condiciones sociales, condujeron su féretro hasta su morada final en el jardín cementerio de La Esperanza donde los rostros compungidos y las expresiones de duelo fueron la nota predominante.

En la gerencia de los Seguros Sociales de Cúcuta, llevaba apenas tres meses de posesionado y fueron, tal vez, sus propuestas las que desencadenaron los sucesos trágicos que rodearon su muerte, pues según sus propias palabras, pronunciadas durante una entrevista con el periódico La Opinión, que citaremos a continuación, se presagiaban las dificultades que tendría en su aplicación.

El solo titulo de la entrevista auguraba las dificultades que enfrentaría. La reacción surgió tan pronto anunció que “…daría un viraje de 180 grados” y a partir de ahí esbozó el plan de gestión que aplicaría durante su mandato, comenzando por agradecer y reconocer los apoyos recibidos por los dirigentes del partido político que lo nominó para el puesto. En la última conversación que hiciera con el periodista Gustavo Salazar, el lunes anterior a su fallecimiento, se aprecia entre líneas, el temor que manifestaba por las reacciones a la entrevista publicada con gran despliegue en días pasados cuando el mismo periodista dijo: “…cuando llegaba a la redacción con los reportes políticos, entraba con ese aire festivo y alegre que le era característico, pero en esta última charla estaba preocupado, caminaba de un lado a otro y en un momento manifestó ¿sabe Gustavito? Estoy nervioso”.

Parecía una premonición que al final se cumplió.


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