Es más que justiciero incluir en la lista de los abogados de esta región del país aquellos juristas, que además de ejercer con lucidez e inteligencia, también dedicaron parte de su existencia a la lucha y defensa de las causas sociales, sin más recompensa que la satisfacción por contribuir al bienestar de la sociedad en particular y de la humanidad en general.
Al igual que en anteriores narraciones, la lista de protagonistas excede el espacio dedicado a la publicación de estas crónicas, así que, por ese exclusivo motivo, algunos autores serán excluidos, sin que esto signifique tengan menor importancia en el desarrollo de sus gestiones.
El primero que aparece en nuestra lista es el recordado Gonzalo Canal Ramírez.
Nacido en 1916 en el antiguo asentamiento de Gramalote. Comenzó estudiando Derecho en la Universidad Javeriana de Bogotá para luego dedicarse a la Sociología, carrera que comenzó a estudiar en la Universidad Gregoriana de Roma para terminar diplomándose en la Universidad Italiana de Estados Unidos y en el Colegio de Altos Estudios de Sociología de Buenos Aires en Argentina.
Fundó varias editoriales entre las que se cuentan Kahur, San Carlos Borromeo, pero sin duda las más recordadas fueron Antares y Canal Ramírez. En el campo de la diplomacia fue nombrado embajador en la extinta Unión Soviética y en el campo de las artes editoriales fue Director del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe, Consultor de la UNESCO en Quito y fundador de las imprentas del Ministerio de Relaciones Exteriores y del Banco Central. Autor de numerosos libros, entre los cuales citaré muy pocos, por las razones conocidas: Novela Leonardo (1944), el ensayo: 9 de abril de 1948, El Estado Cristiano y Bolivariano (1956); Historia Novelada del Petróleo Colombiano y otros relativos a la historia del petróleo en la región del Catatumbo. En lo político, fue elegido Diputado a la Asamblea de Norte de Santander y fungió como Secretario de la Junta Militar d Gobierno de Colombia en 1957.
Falleció en Bogotá en 1994. Miguel Méndez Camacho, cucuteño de nacimiento, Doctor en Derecho y Ciencias Sociales del Externado de Colombia, es un destacado cultor de las bellas letras como poeta y escritor de crónicas y novelas, laureado en el Gimnasio Moderno de Bogotá por su Vida y Obra en septiembre de 2018. Durante sus últimos años ha estado dedicado a la academia en su Alma Mater ejerciendo como Decano en la facultad de Comunicación Social y como Decano Cultural.
En los inicios de su vida profesional ejerció por un corto tiempo como alcalde de la ciudad, Gerente de Procultura y Director de Colección de los Clásicos de la Literatura Colombiana. En su amplio transitar por el vasto campo de la cultura poética lo vimos como el fundador de los Premios de Poesía, del Concurso Universitario Nacional del Cuento Corto y Poesía; del Concurso de Cuento Jorge Gaitán Durán y del Concurso de Poesía Eduardo Cote Lamus. Entre sus publicaciones más recordadas podemos citar: Los Golpes Ciegos, Poemas de Entrecasa, Instrucción para la Nostalgia, Tristura, Un Libro por Centavos y La Primera Cosecha que dio Pájaros.
Es en la actualidad nuestro poeta vivo más importante de la región. Reynaldo Martínez Villamizar, nacido en Salazar de la Palmas, doctor en Derecho de la Universidad del Rosario en Bogotá. Al comienzo de su carrera profesional estuvo completamente dedicado a la docencia en el campo de su especialidad jurídica en Derecho Comercial, Filosofía y Director del Consultorio Jurídico de su universidad.
Estuvo al frente del Juzgado Quinto Civil Municipal de Bogotá entre 1968-1969; asesor jurídico del Banco de Bogotá, y en política incursionó como candidato al Concejo de Bogotá con éxito al resultar elegido. Como principal defensor de las causas sociales que tanto hormiguean por el país, en su caso por la defensa de la Vivienda Popular, se vio enfrentado con resolución al infausto sistema implementado conocido como Unidad de Poder Adquisitivo Constante (UPAC), logrando posterior conversión por la Unidad de Valor Real (UVR), lo que le merece el reconocimiento de miles de colombianos que sacrificaron su patrimonio en búsqueda de una vivienda digna.
Jairo Alberto Claro Ovallos, natural de la idílica población de La Playa de Belén en 1946, muy joven se trasladó a la capital de la república con sus padres para terminar sus estudios.
Estudió Derecho y Ciencias Sociales en la Universidad Libre de Bogotá, se especializó en Derecho Penal en las universidades Externado de Bogotá y Autónoma de Bucaramanga, nombrado en primera instancia Juez Penal Municipal de Ocaña, pasó más adelante a la Fiscalía del Juzgado Primero Superior de Ocaña, cargo en el cual estuvo por más de cinco años.
En Cúcuta ejerció, durante nueve años, como catedrático de Derecho Penal y Administrativo en la Universidad Francisco de Paula Santander. Igualmente, dictó cátedra en la Escuela Superior de Administración Pública de Cúcuta.
Fue miembro de Número de la Academia de Historia de Ocaña. Sobresalió como columnista en varios medios de difusión literarios del país como la revista Rizoma y fue considerado como eminente jurista y mejor ciudadano de la provincia. Falleció en Ocaña en diciembre de 2015.
Manuel Briceño Jáuregui, sacerdote de la Compañía de Jesús, cucuteño nacido en 1917, hijo de Juan Briceño, militar, y de doña Teresa Jáuregui, ambos con raíces ancestrales en Trujillo (Venezuela); Por esto y por bolivariano y Grancolombiano integral, el Padre Briceño amó a Venezuela. Y tenía a orgullo advertir que Cúcuta y Chinácota contribuyeron con soldados para el ejército de liberación que se formó, en 1813, en tierra neogranadina.
Los Briceño Jáuregui se destacaron en Colombia por su amor al estudio y al cultivo de la música. Manuel se formó en ese ambiente y bien pronto se hizo virtuoso del órgano y del piano y como cantor tuvo una voz de excelencia. Con una marcada facilidad para los idiomas, el sacerdote comenzó por conocer el griego y el latín, después vendrían las lenguas modernas y algunos dialectos indígenas.
Dominó a tal punto el griego que, en la Universidad de Oxford, donde obtuvo el título de Magister en Artes, los eximios helenistas del famoso instituto no encontraron nada que enseñarle. Fue miembro activo de las Academias Colombiana de la Historia, Colombiana de Historia Eclesiástica y la Sociedad Bolivariana de Colombia. Director de la Academia Colombiana de la Lengua desde 1988. Al padre Briceño, la muerte le llegó de súbito, inesperadamente, había ido a Madrid, para participar en una asamblea internacional convocada por la Real Academia Española de la Lengua y el corazón del humanista colombiano estalló como una granada de cáliz purpurino, el miércoles 28 de octubre de 1992.
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