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Releyendo a Fukuyama
En los últimos tiempos se ha impuesto la lejanía del libro.
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Jueves, 6 de Enero de 2022

La afición por la lectura hay que motivarla desde el hogar y los colegios. Y tiene métodos y procesos propios. A veces muy circunstanciales.  En ello influye el entorno, el aliento cercano y el lugar del libro. Quizás el más importante es el lugar del libro.

A los de mi generación, nos ayudó mucho esa cercanía, en tal forma que nos volvió adictos. En el Seminario de Pamplona y en los colegios de los Hermanos de La Salle, en cada aula formábamos y teníamos nuestra propia biblioteca, según lo que íbamos aprendiendo y se complementaba en la controversia de los centros literarios. 

En los últimos tiempos se ha impuesto la lejanía del libro, con las bibliotecas centrales, que en este clima produce modorra, no hay el incentivo de la emulación, ni la continuidad de la lectura por las miserias de la conservación del texto.

Pero bueno, el tema es otro. Es que en este periodo releí Identidad, uno de los últimos libros de Francis Fukuyama. Interesante por la modestia que implican las rectificaciones.  Que lo llevan a uno a releer el Fin de la Historia y el Ultimo hombre. 

No llegamos nunca al fin de las guerras y las revoluciones sangrientas por motivaciones ideológicas en la historia de pueblos y naciones, ni tampoco la democracia liberal ha logrado luego de la terminación de la guerra fría entre USA y URSS; la satisfacción de las necesidades del hombre y una paz estable mundial, sin pérdida de vidas mediante el libre mercado.

Motivar a los alumnos no es fácil. Pienso que de los 150 alumnos que recibíamos cada año en la Facultad de Derecho de Unilibre en la asignatura de ciencia política, solo el 10 por ciento de ellos leían y comprendían los textos de lectura que les imponía, los demás practicaban el refrán: “para donde va Vicente, para donde va la gente”. Bueno, pero quince, son quince.

Lo importante era, infundirles el pensamiento de los politólogos del día en el planeta en teoría política y los míos son Huntington, Fukuyama, Raimon Aaron y Anthony Guidens.

Los cambios han sido veloces. Hace 30 años cambió el mundo.  De agosto a la navidad de 1991 se culmino el más torpe de los golpes de estado en una potencia del mundo y cayó Michael Gorbachov y estrepitosamente el bloque soviético, pero el fin de la historia no se dio.    

La paz no llega, ha surgido una nueva violencia y una nueva tensión. Este siglo XXI impone la violencia con ideas pretexto, como: “nación, religión, raza, genero, etnias y clases y construimos muros en lugar de puentes. Violencia para detener los inmigrantes. Sí, como el socialismo del siglo XXI.

Adenda: Hoy estamos en plena visión de la guerra de las culturas de Huntington. Después del 11-S, a la democracia y el libre mercado, le llegó el terrorismo.

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