
Hubo como un consenso en la familia acá en Cúcuta de que debiéramos hacer un paseo y visitar al tío José del Carmen que desde hacía tiempo nos estaba invitando. El tío José del Carmen, gemelo con mi papá, vivía en una amplia casa en el campo, propiamente en la vereda Balcones, de Bucarasica, la tierra de ellos. En definitiva, resultó un grupo de diez parientes que iríamos, más los que se sumaron en el pueblo. Enviamos un recado al tío para que nos buscara las bestias que nos llevarían hasta la finca.
Subimos la larga cuesta alegremente, contando chistes, con tomaduras de pelo, algarabía, apuestas de carreras de caballos, y mojada de garganta cada cierto tramo con aguardiente Extra.
La nobleza de los campesinos nos dejó atónitos. Llegó a la casa del tío la vereda en pleno. Y más nos conmovió que también la maestra de la escuela arribó con todos sus alumnos a saludarnos. Supongo que lo hizo en gratitud conmigo que siendo secretario de Hacienda del departamento unos años atrás, había obtenido su nombramiento, junto con el de otras señoritas para las demás escuelas rurales.
Y más agradable aún fue que al anochecer nos dieron serenata. ¡Oiga, pero es que salían guitarras, tiples, bandolas, maracas y charrascas por todos lados! ¡Y a bailar se dijo!
Siguieron las sorpresas cuando vimos que cualquier músico le pedía a cualquier bailarín que tomara el instrumento y lo reemplazara porque iba a bailar. “Présteme su pareja y venga a tocar”. ¡Por Dios ¡Todos eran músicos!
Ello me inspiró: voy a organizar el primer festival de conjuntos musicales veredales de Bucarasica. Y manos a la obra. Conté con la colaboración del señor Contralor General del Departamento, doctor Francisco Jordán Peñaranda, quien me aprobó un aporte de un millón de pesos.
Escogí el 23 y el 24 de septiembre de ese año de 1989, en que se conmemoraba el 10° aniversario de la fundación de la Asociación de Amigos de Bucarasica, creada por mí, para realizar el torneo musical. Con la platica conseguida compré pólvora de colores en Los Patios, dispuse de otros reales para una novilla gorda con destino al asado a ofrecer a los concursantes, compré guitarras que serían los trofeos, y lo sobrante lo destiné a auxilios de estudiantes de la escuela urbana y del colegio, auxilios que llamé “becas escolares”.
De jurados llevé al doctor Teobaldo Arciniegas, para la época secretario de Gobierno del departamento, al diputado Iván Clavijo, y a la delegada de la secretaría de Desarrollo del municipio de Cúcuta, Yolanda Triana.
En la noche del día anterior al del concurso propiamente las agrupaciones musicales le ofrecieron una serenata a Bucarasica, mientras el cielo se iluminaba con los morteros, los cohetes y los abanicos de colores.
El domingo, se inauguró el certamen con una misa celebrada en el atrio de la iglesia por el padre Pablo Maldonado Rolón, oriundo de allí mismo. Y comenzó la competencia musical. Los jurados no resistieron el conjuro de los ritmos y fueron los primeros en salir a lucirse como danzarines.
Como se declaró empate general por la excelencia en la ejecución y en el canto, se premió a todos los conjuntos.
De todo ello quedó testimonio fotográfico al final de mi libro “Cerca de las estrellas”, que trata justamente de este pueblo de músicos.
orlandoclavijotorrado@yahoo.es
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