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En un mes el invierno dejó tantos damnificados como desplazados hay en Colombia. El bis de una catástrofe humanitaria.
En septiembre del año pasado, el Ministro de Agricultura aseguraba que no habría alza de precios como consecuencia del invierno, sin embargo, una vez comprobada la inclemencia de éste, como era de esperarse nos enfrentamos a un alza en los precios de los alimentos, en especial de las frutas, verduras y tubérculos, pero también del grano, las aves, la carne de cerdo, entre otros.
El invierno afectó no sólo los ciclos productivos, sino también gravemente las vías, interrumpiendo el abastecimiento y contribuyendo así con el alza de precios. Y es que el agro colombiano se ha visto afectado en más de 200.000 hectáreas anegadas, en lo que el Presidente de la República ha denominado el peor desastre natural de nuestra historia. Pero no es solo el agro y las vías, lo más dramático son los 2 millones de damnificados, una catástrofe humanitaria que se suma a las ya conocidas cifras de desplazamiento forzado y de víctimas del conflicto armado, de todos colores y razas, pero en común siempre que son los más pobres.
Por las dimensiones del problema, no bastarán medidas de apoyo a la renovación de cafetales y alivios de carácter financiero a los agricultores damnificados y con obligaciones crediticias con el Banco Agrario, ni tampoco una labor solo de la Oficina de Prevención y Atención de Emergencias con auxilios humanitarios a las comunidades afectadas, como a través del propio Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural.
El censo para determinar la clase de ayudas, es urgente, y tampoco será suficiente la constitución de un Fondo de Solidaridad para Agricultores. Las medidas de calmiere tradicionales no son suficientes vista la emergencia en su contexto y su dimensión reales. Control de precios, condonación de deudas y otras similares no bastarán para evitar el retroceso en el desarrollo; se requiere una estrategia audaz pues también para los damnificados del invierno va a ser necesaria una ley de tierras.
Ojalá Colombia vea posible no solo la restitución de nuevas y mejores tierras a los desplazados víctimas del conflicto, sino también la asignación con títulos de propiedad de nuevas y mejores tierras a los damnificados que lo perdieron todo por este invierno atroz.
El invierno afectó no sólo los ciclos productivos, sino también gravemente las vías, interrumpiendo el abastecimiento y contribuyendo así con el alza de precios. Y es que el agro colombiano se ha visto afectado en más de 200.000 hectáreas anegadas, en lo que el Presidente de la República ha denominado el peor desastre natural de nuestra historia. Pero no es solo el agro y las vías, lo más dramático son los 2 millones de damnificados, una catástrofe humanitaria que se suma a las ya conocidas cifras de desplazamiento forzado y de víctimas del conflicto armado, de todos colores y razas, pero en común siempre que son los más pobres.
Por las dimensiones del problema, no bastarán medidas de apoyo a la renovación de cafetales y alivios de carácter financiero a los agricultores damnificados y con obligaciones crediticias con el Banco Agrario, ni tampoco una labor solo de la Oficina de Prevención y Atención de Emergencias con auxilios humanitarios a las comunidades afectadas, como a través del propio Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural.
El censo para determinar la clase de ayudas, es urgente, y tampoco será suficiente la constitución de un Fondo de Solidaridad para Agricultores. Las medidas de calmiere tradicionales no son suficientes vista la emergencia en su contexto y su dimensión reales. Control de precios, condonación de deudas y otras similares no bastarán para evitar el retroceso en el desarrollo; se requiere una estrategia audaz pues también para los damnificados del invierno va a ser necesaria una ley de tierras.
Ojalá Colombia vea posible no solo la restitución de nuevas y mejores tierras a los desplazados víctimas del conflicto, sino también la asignación con títulos de propiedad de nuevas y mejores tierras a los damnificados que lo perdieron todo por este invierno atroz.