

Los recuerdos de la tragedia de Armero continúan grabados en la memoria de Hernán Galeano Rodríguez después de cuatro décadas. El tolimense, de 56 años, narró a La Opinión, la manera en que sobrevivió a la erupción del volcán nevado del Ruiz y la posterior avalancha que se llevó cerca de 25.000 vidas.
En 1985 tenía 16 años. Había dejado sus estudios de bachillerato para dedicarse a trabajar y apoyar a sus padres, hermanas y cuñados en aquella ciudad que lo vio crecer y le brindó sus primeras oportunidades, en la que residía en el barrio Protecho.
“El sector era muy bonito en calles y casas, además había mucha gente trabajadora y solidaria”, comenta.
En aquél noviembre luctuoso, cuando el 6 y 7 Colombia asistió a la sangrienta toma del Palacio de Justicia del Palacio de Justicia, en Bogotá, Hernán trabajaba con uno de sus cuñados en una bomba de gasolina, lavando carros.
Momentos antes de la tragedia
Meses antes del desastre natural -dice Hernán- campesinos que trabajaban en la cordillera de San Pedro comenzaron a advertir que esta se estaba derrumbando. Sin embargo, indica que nadie prestó mayor atención a los avisos.
Durante buena parte de 1985 él permaneció en Cúcuta -con uno de sus hermanos- con el cual luego decidió devolverse para Armero, justamente en ese noviembre.
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En su memoria tiene grabado que aquel fatídico miércoles 13 de noviembre se encontraba lavando un carro, a las 5:00 de la tarde, cuando de repente comenzó a caer ceniza del cielo.
Expresó que este hecho generó preocupación entre todos los presentes, lo que los llevó a llamar a los teléfonos de emergencia para conocer mayor información.
“Nos dijeron que no era ningún problema grave, así que terminamos nuestro turno y cada uno se fue a su casa”. Hacia las 7:00 de la noche, Hernán ya se encontraba en su hogar compartiendo con familiares.
Afuera seguía cayendo ceniza, mientras que en la radio se lanzaban alertas a los ciudadanos para que no salieran de sus viviendas.
A las 9:00 de la noche Hernán Galeano se acostó a dormir, sin saber la pesadilla que se desataría momentos después.
Caos en Armero
A las 11:00 de la noche, los gritos de sus familiares lo despertaron, diciéndole que iba bajando una avalancha hacía el barrio Protecho.
En ese instante, manifiesta que todos en la casa comenzaron a empacar sus cosas para salir. Hernán siendo el primero en atravesar la puerta, escuchó cómo los vecinos advertían que la ‘ola’ estaba a tan solo cuatro cuadras de donde ellos se encontraban.
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Lo que sucedió después, según describe el hombre, fue como si un avión se estrellara contra el barrio. Describe que antes de poder voltearse para ver a su familia, sintió como las paredes de su casa se venían contra él.
De esa manera, y en medio de la oscuridad, un alud de tierra y escombros empezó a arrastrar a Hernán por toda su ciudad natal. “Sentí que me iba a morir. Todo estaba destruido y no sabía qué estaba pasando”.
Todo empeoró cuando sintió que una cabilla le atravesó su pierna izquierda y el barro lo tapó por completo, llevándolo a perder la consciencia.
El sobreviviente afirma que cuando logra despertar se encontraba cerca a la iglesia del Carmen, en medio de moscas, gritos y escombros.
A su alrededor se encontraban restos del molino, casas y animales de granja que buscaban sobrevivir a semejante hecho. Cerca de él logró identificar a algunos conocidos, con los cuales se dio palabras de aliento durante esa trágica noche que sintió como la más larga de su vida.

Horas de rescate
Cerca de la medianoche, los habitantes de Armero empezaron a observar luces y avionetas de la Cruz Verde sobrevolando los cielos de este siniestro escenario, en el que quedó sepultado este municipio del Tolima.
En la mañana del jueves, Galeano recuerda que otros sobrevivientes comenzaron a ayudar a las personas a salir del barro, ubicándolas sobre láminas de zinc. Indica que tras haber sobrevivido parte de la noche y madrugada en medio de la tierra, este rescate le brindó una sensación de esperanza.
“Por los nervios y adrenalina de la situación no pensé en mi familia en primer momento. Aunque luego pude ver que mi padre y unos hermanos también se habían salvado”, señala.
Pero no todos en esa localidad corrieron la misma suerte. Puesto que cerca de un 94 por ciento de quienes residían en el territorio murieron. Meses después el papa Juan Pablo II visitó el camposanto.
Cuando los vecinos llegaron a donde se encontraba el joven, le soltaron un lazo para sacarlo de su sepultura, sin embargo las heridas en sus manos y la pérdida de sangre por su pierna fracturada, le impidieron sujetar la cuerda.
Frente a ello, declara que los vecinos lo cargaron y acostaron en una lata sobre la cual permaneció hasta el viernes a las 10:00 de la mañana cuando llegaron las unidades de socorro.
Los rescatistas subieron a Hernán en el helicóptero que lo trasladó a un centro médico en Ibagué. Por la gravedad de sus heridas, el tolimense fue llevado luego a un hospital en Bogotá, donde le dieron la difícil noticia: debían amputarle la pierna izquierda por el avance en la infección.
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“Ya había perdido a mi madre y sentí que era un milagro seguir con vida. Así que acepté la decisión medica”, declara Hernán Galeano.
Más de un año permaneció en recuperación y a la espera de una prótesis para su discapacidad. Luego de ello, en 1987, uno de sus hermanos que también logró sobrevivir lo invitó a mudarse a Cúcuta para trabajar con él.
La vida después
En la capital de Norte de Santander Hernán se dedicó a trabajar con su hermano en la zona rural, encargándose de labores agrícolas y del cuidado de animales.
Entre 1987 y 1994 estuvo residenciado por temporadas en la ciudadela La Libertad. En 1995 todo cambió luego de que a su hermano lo secuestraron. Por ese motivo decide marcharse para Bogotá en busca de un trabajo para subsistir.
La calle como refugio
En la capital, Hernán empezó a trabajar en discotecas de la ciudad. Pronto, las malas compañías y la soledad, lo llevaron a caer en un espiral de adicciones en el que permaneció durante dos años.
En 1997, con el deseo de mejorar su vida, vuelve a Cúcuta. Pese a que su hermano ya había sido liberado asegura que se propuso ser alguien independiente. “Trabajé en un puesto de perros calientes, pero lamentablemente terminé recayendo en las drogas”.
En ese sentido, Hernán Rodríguez duró 22 años en las calles de Cúcuta, sobreviviendo a una ciudad que lo ignoraba y a unas adicciones que acababan lentamente con su vida. Durante ese largo tiempo se dedicó a pedir dinero y a vender artesanías.
“Fue una lucha contra ese estilo de vida. Por temporadas me rehabilitaba, pero volvía a lo mismo. Incluso llegué a tener dos hijos con los cuales no pude estar siempre presente”, admite.
Nueva vida, y éxito deportivo
En 2019, Hernán Rodríguez decidido darle un mejor rumbo a su vida, fue hasta la casa de una de sus hermanas en Cúcuta para pedirle que le brindara su apoyo.
Al mismo tiempo, el tolimense se dispuso a asistir a la iglesia, reforzando así su espiritualidad. En cuanto al ámbito laboral, empezó a trabajar en semáforos y haciendo encomiendas a vecinos, con lo cual en 2020 logra mudarse a una residencia donde continúa al día de hoy.
Ese mismo año, un conocido suyo tras verlo recuperado, lo invitó a participar de una carrera que salía desde Pinar del Río hasta Santa Rosa de Lima.

“Mi amigo me pagó la inscripción. A pesar de mi condición corrí todo el trayecto con las muletas y la motivación de la gente fue lo que luego me impulsó a seguir participando en más competencias”, preciso.
El sobreviviente de Armero ha competido en carreras como la media maratón en Cúcuta y Los Patios, y en eventos como el Ventura Runner y la carrera medioambiente Páramo de Santurban.
La fuerza de voluntad de Hernán Rodríguez lo ha llevado a ganar más de 35 medallas en actividades deportivas.
Hoy en día, las personas con las que ha corrido han confiado en él, brindándole la oportunidad de seguir participando en maratones. Asimismo, el cambio en su vida lo ha llevado a mejorar la relación con su familia, y a darse cuenta de que los únicos límites son los de la mente.
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