

Piezas separadas para armar un dron y compradas por internet, ensambladas artesanalmente con manos clandestinas en algún rincón oculto del Catatumbo. Así nacen los drones asesinos, el otro enemigo en la casa del trueno.
Estas pequeñas naves teledirigidas convertidas en armas mortales, cargan en su centro una granada cuidadosamente fabricada, o que puede ser de mortero, la cual es liberada sobre el objetivo seleccionado.
Lo que comenzó como un aparato de tecnología para diversos usos, terminó convertido en una amenaza silenciosa que sobrevuela los techos de viviendas campesinas y de familias inocentes en Norte de Santander.
Esta nueva modalidad táctica, de precisión y de estrategia en que las fuerzas atacantes no exponen a sus combatientes en la guerra del Catatumbo, ha ocasionado numerosos incidentes y ocasionado víctimas mortales en esta subregión.
Por las calles polvorientas de la zona rural de El Tarra y Tibú, el zumbido de un dron no suena a tecnología ni a modernidad. En estas tierras golpeadas por décadas de conflicto, ese sonido significa muerte, destrucción y un miedo que paraliza hasta los pasos más cotidianos.
Ni la fuerza de 10.500 soldados desplegados en pleno Catatumbo ha podido menguar la confrontación entre la guerrilla del Eln y la disidencia del frente 33 de las Farc, que libran desde mediados de enero de este año.
Desesperados y como si estuviesen viviendo una pesadilla, así pasan los días los pobladores del Catatumbo. Ya no se trata solo de ráfagas de fusil, de explosiones lejanas entre las montañas, de retenes ilegales al borde del camino ni de minas antipersonal. Ahora, el enemigo llega por el aire, silencioso, invisible al principio, y luego implacable.
Drones modificados para lanzar explosivos llegaron y se han quedado para sembrar el terror en los caseríos al caer sobre techos de zinc, estallar en patios de tierra o en vías de áreas pobladas dejando en ruinas lo poco que aún quedaba en pie.
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Un panorama nunca antes visto en este departamento, contrario al Cauca, donde hay registros de que el dron explosivo hace parte del arsenal de uso común.
“Uno no sabe si va a despertar con la casa encima”, expresa un campesino. A pocos metros, un cráter marca el lugar exacto donde cayó un explosivo caído del cielo.
La cifra conocida es tan contundente como dolorosa: dos civiles y dos militares muertos, nueve personas heridas, y al menos seis casas y dos vehículos destruidos, todo en menos de un mes.
Pero más allá de los números, está la angustia que no cesa, el trauma de los niños que se esconden al oír cualquier zumbido, y la impotencia de los adultos, ajenos al conflicto, que sienten que la guerra se reinventa cada vez más, siempre en su contra.
Enemigo volador muy peligroso
“La inexperiencia, improvisación o la práctica de la guerrilla del Eln y la disidencias de las Farc en el manejo de estos dispositivos estaría provocando que los drones caigan sobre viviendas de civiles, aumentando la tragedia en la región”, asegura una fuente judicial a La Opinión.
Pero esta afirmación hay que contrastarla con la de expertos que advierten que el uso de esas armas en zonas pobladas aumenta el riesgo de daños colaterales sobre los civiles.
El más reciente hecho tuvo lugar en una finca de El Tarra, específicamente en Filo El Gringo. Corría el mediodía del sábado 12 de abril, cuando Farid Alonso López, de 72 años, trabajaba como agricultor y de repente desde el aire lo sorprendió un proyectil explosivo que cayó y estalló a pocos metros de donde él se encontraba.
Una esquirla fue directo a su abdomen y días después murió en el hospital de Cúcuta, en donde todos los esfuerzos por salvarlo fueron en vano.
En otro ataque de similares características, en el mismo corregimiento, ocurrido la tarde del jueves 10 de abril, Ana Aidé Pérez y Chejo Vera, quienes estaban a los alrededores al momento del estallido de una granada lanzada por un dron terminaron heridos por la fragmentación.
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Sumado al caso ocurrido el martes, 8 de abril, en ese mismo sector de El Tarra, en el que un artefacto explosivo transportado por el aire cayó en la vía muy cerca de una institución educativa, afectando una camioneta.
El parte de la guerra de los drones indica que el domingo, 6 de abril, en la vereda San Isidro, de El Tarra, un aparato de estos, perteneciente al Eln, se precipitó sobre una vivienda, dejando gravemente herida a una mujer de 44 años. La víctima presenta múltiples lesiones en el cuello y fue sometida a cirugía.
En la misma vereda, días antes, la casa de una familia fue impactada por una granada que iba en un dron, sin dejar víctimas pero sí daños materiales.
Estos hechos se suman a lo acontecido el 26 de marzo, cuando Luis Ernesto Mendoza, de 73 años, murió tras ser alcanzado por otro dron explosivo. El ataque se produjo durante enfrentamientos entre el Eln y la disidencia del frente 33 de las Farc. Mendoza sufrió la amputación parcial de un brazo y murió dos días después en el hospital de Ocaña.
Para el viernes 7 de marzo, el soldado José Daniel Reyes Urda, de 23 años, terminó muerto y seis militares más resultaron heridos en la incursión de con un dron armado que lanzó la guerrilla del Eln en la vereda Mineiro de Tibú, un día después de que el presidente Gustavo Petro visitó ese municipio en su apuesta por el Pacto social por e Catatumbo.
La bitácora también marca el 3 de marzo cuando en Teorama el militar José de la Cruz Palacios, oriundo de Chocó, perdió la vida cuando fue sorprendido por este sistema de emboscada explosiva desde el aire.
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Drones asesinos
Vivir bajo el vuelo de los drones asesinos es un verdadero infierno en el Catatumbo, especialmente en El Tarra, donde nuevamente se ven a decenas de pobladores dejar sus viviendas en busca de refugio y protección frente a ese letal ‘fuego aéreo’ .
El Eln como la disidencia de las Farc usan estos equipos capaces de volar de forma controlada y sostenida, tanto para atacar las posiciones enemigas, así como para la ubicación de campos minados y en labores de vigilancia y espionaje.
Una fuente de inteligencia militar en diálogo con La Opinión, reveló que durante los últimos enfrentamientos, ambas organizaciones emplearon drones de manera activa. “Se evidenció el lanzamiento de granadas desde el aire, el uso coordinado de francotiradores y la implementación de estrategias de encierro táctico entre los combatientes.
Esta dinámica es un ambiente de alto riesgo que dificulta la intervención inmediata de las tropas de la fuerza pública, ya que la configuración del terreno y el peligro de una emboscada hacen inviable la incursión de unidades pues sería poner en riesgo sus vidas”, es su relato sobre la forma en que ahora se libran los combates.
Así las cosas, al Ejército Nacional le corresponden actuar de manera cautelosa en la intervención de las unidades militares para lograr tomar control de la situación.
“Para entrar en los combates se decide primero desplegar pelotones en puntos estratégicos con el objetivo de bloquear cualquier nueva ofensiva y minimizar el impacto sobre la población civil.
En un caso particular ocurrido a mediados de marzo, en Versalles, se identificó que el territorio en disputa se encontraba dividido: hacia el oriente dominaban las disidencias del frente 33, mientras que hacia el occidente tenía control el Eln”, describe la fuente.
“Ante esta realidad -añade- las tropas debieron ser ubicadas estratégicamente para evitar nuevos enfrentamientos y garantizar la seguridad en la zona. Uno de los principales desafíos fue encontrar puntos de despliegue que no pusieran en riesgo a la población civil, ya que un tiroteo en medio de áreas pobladas podría haber causado víctimas entre los habitantes”.
Pero esta realidad de la utilización de drones explosivos no solo atemoriza a los pobladores sino que también genera interrogantes sobre la capacidad de anticipación de la inteligencia militar y policial, en especial en la prevención de posibles atentados, pues aterra la rapidez y facilidad con la que los grupos armados pueden ejecutar los ataques.
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El inicio de una guerra desde el aire
Según fuentes de inteligencia del Ejército Nacional, desde el año 2015 la disidencia de las Farc, bajo el mando de alias Gentil Duarte, iniciaron coordinaciones para la compra de drones en el sur de Colombia.
“Ese fue el inicio de esa tecnología en manos de la maldad”, describe una fuente.
Aquella incursión tecnológica quedó al descubierto años después, en una operación militar que terminó en bombardeo en la que los computadores incautados no solo confirmaban la tenencia, sino también el uso activo de estas naves no tripuladas.
En el Catatumbo, las primeras evidencias del uso de drones por parte de los grupos armados apuntaban a labores de reconocimiento: “Querían saber cómo estábamos nosotros ubicados”, relata la fuente militar. Los drones sobrevolaban zonas con presencia de tropas, buscando registrar movimientos, identificar posiciones y anticipar maniobras.
Pero a mediados de enero de 2025, al estallar la guerra entre la disidencia de las Farc y el Eln, todo cambió. Según los registros de labores de inteligencia del Ejército, en las ofensivas del Eln contra el frente 33, la guerrilla guevarista obtuvo varios de estos drones en campamentos de su enemigo.
“Fue como un botín y al revisar sus contenidos, entendieron su potencial. Evaluaron los videos de las cámaras y no desaprovecharon la oportunidad para atacar”, explica un oficial.
Fue así fue como la guerra entró en una nueva etapa, más silenciosa y mortal.
El Eln, con su histórica experticia en explosivos, supo rápidamente cómo convertir esta tecnología en arma.
Según el informe de inteligencia, aunque la disidencia de las Farc que inició el uso de estos equipos con fines tácticos, se vio despojada de su propia tecnología por una guerrilla que rápidamente supo sacarle provecho pero que no le ha importado que en la mitad sufra la población civil.
“Si los bandidos usaran la inteligencia para cosas buenas, ya tendríamos un avión armado hecho por ellos”, afirma con ironía otro militar a La Opinión.
Al mismo tiempo del uso de estas herramientas convertidas para el mal, el Eln también tiene otro factor a su favor y es el conocimiento del terreno que, además, juega un papel determinante.
El Ejército de Liberación Nacional sabe dónde ubicarse, cómo hostigar y por dónde replegarse. “Nosotros podemos tener helicópteros, artillería, o buses, lo que sea, pero ellos tienen el territorio claro. Ellos cierran aquí, hostigan allá, y nos mueven hacia un campo minado…”, confiesa con crudeza otra fuente militar.
Las trampas con explosivos, incluso cerca de escuelas marcadas con banderas, demuestran el desprecio por la población civil, añade para confirmar la crudeza del conflicto que se registra en la zona.
La respuesta del Ejército no se ha hecho esperar. Se han desplegado radios y pistolas antidrones que permiten detectar su presencia y reaccionar con algo de anticipación.
“Esos radios nos alertan cuando hay un dron cerca. Nos dan tiempo para movernos, para cubrirnos, para evitar lo peor. Además, ya estamos en un cambio de mentalidad y capacitación emocional para que nuestros soldados sepan cómo responder”, es la explicación de la fuente.
Pero desde dentro también surgen voces que exigen acciones más decisivas.
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“Que levanten el cese al fuego con el frente 33”, reclaman algunos. Solo así —sostienen— las tropas podrían recuperar su capacidad de maniobra y ejercer soberanía efectiva frente a ambas guerrillas en una región donde la guerra ya no solo se libra en tierra, sino también desde el aire.
Un conflicto que hoy se muestra más letal que nunca y que, comparado con lo que ocurre en Ucrania, ya lo advirtió Naciones Unidas: podría convertirse en uno de los más mortíferos donde ningún civil estaría seguro”.
La degradación del conflicto armado
La situación en el Catatumbo continúa deteriorándose a medida que los grupos armados ilegales intensifican sus métodos de guerra y se recrudece la disputa territorial. Según un investigador del conflicto con conocimiento directo de lo que ocurre en terreno, se está registrando una preocupante degradación del conflicto armado, no solo por el uso de drones con explosivos sino también la contratación de sicarios provenientes del interior del país.
“Lo que estamos viendo es un nuevo nivel de violencia. Este tipo de ataques eran característicos del Cauca, pero ahora se están implementando en Norte de Santander”, indica la fuente.
Para el investigador, el frente 33, una de las disidencias más activas en la región, ha comenzado a usar este tipo de armamento de forma reiterada, aunque con consecuencias civiles lamentables, como la muerte de un adulto mayor, producto de lo que se describe como un manejo empírico e impreciso de esta tecnología.
Además de los ataques aéreos improvisados, otro fenómeno agrava el conflicto: la presencia de sicarios contratados para ejecutar acciones armadas en la zona. “Es una señal de la pérdida total de los principios ideológicos que alguna vez justificaron su lucha.
Ya no es una confrontación política, es una disputa económica por el control de economías ilegales”, sostiene la fuente, haciendo referencia a los cultivos de hoja de coca y las rutas del narcotráfico en la región.
Para la fuente, uno de los aspectos más inquietantes que se ha comenzado a documentar es el posible uso de mercenarios en la confrontación.
“Tanto el presidente de la República como comandantes insurgentes han mencionado, en más de una ocasión, la participación de terceros armados sin ideología, contratados por dinero para ejecutar acciones violentas”, afirma.
Frente a este panorama, el investigador consultado resalta que la respuesta del Estado debe ser integral, no solo militar. “Debe mantenerse la presencia institucional en todas sus formas: sustitución de cultivos, entrega y titulación de tierras, acceso a servicios básicos. Sin eso, no hay paz posible”.
Disputa por el control en Filo El Gringo
Una de las zonas más afectadas por la reciente ola de violencia es el corregimiento de Filo El Gringo, en El Tarra. De acuerdo con la misma fuente, este lugar se ha convertido en un objetivo estratégico para los grupos armados, principalmente por su ubicación como corredor vial entre Versalles y Tibú.
La disputa entre el frente 33 y el Eln se ha intensificado en esta zona, al punto que se teme un posible intento de toma total de Filo El Gringo. Eln, que actualmente mantiene presencia en el lugar, también ha sido señalado de cometer actos de despojo a la población civil y desplazamientos forzados.
El Ejército, por su parte, ha enfrentado graves dificultades operativas. Los elenos y los disidentes han optado por camuflarse entre civiles y utilizar viviendas como puntos de ataque, lo que limita las acciones de las Fuerzas Militares por respeto al Derecho Internacional Humanitario.
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“Los combates se mantienen activos en municipios como Ocaña y Ábrego, y todo indica que la confrontación no cesará”, es la visión de los expertos.
Más de la guerra en el Catatumbo
El análisis militar señala que el conflicto armado que se vive desde enero de este 2025, en el Catatumbo, tiene varias razones:
1. Violación de pactos territoriales: El grupo armado organizado residual (Gaor) o también llamada disidencia del frente 33 de las Farc, empezó a expandirse a zonas del Catatumbo que tradicionalmente pertenecían al Eln, como El Carmen y Convención, ahí generó fricciones.
2. Conflicto económico: Se identificó que la disidencia realizaba cobros indiscriminados de extorsiones, afectando a estructuras del Eln y generando disputas sobre el control financiero.
3. Crecimiento militar del Gaor: Mientras el Eln estaba bajo un cese al fuego y enfrentaba la presión de la fuerza pública, la disidencia aprovechó para fortalecerse, reclutar y expandir su influencia en la región.
4. Pérdida de factores de apoyo social: La disidencia se consolidó en territorios con base social histórica de las Farc, donde el Eln no ha logrado consolidarse completamente.
5. La pérdida de un cargamento de cocaína sería la mecha que prendió el polvorín de la guerra.
El análisis de inteligencia militar sugiere que la decisión de atacar a las disidencias pudo haber sido ordenada desde el Sexto Congreso del Eln, aunque no hay documentos oficiales que lo confirmen.
Lo cierto es que la organización de esta guerrilla no puede permitirse perder territorio clave ante el avance de las Farc.
Según cuentas extraoficiales, se ha indicado que el Eln cuenta con alrededor de 2.000 miembros, aunque la cifra exacta es difícil de calcular.
Violación al Derecho Internacional Humanitario (DIH)
Lina Mejía Torres, coordinadora de derechos humanos y de DIH de la Corporación Vivamos Humanos, advirtió que el uso de drones con fines explosivos representa una violación directa al DIH, ya que compromete el principio de distinción entre combatientes y civiles, así como el respeto a bienes protegidos.
Para Mejía lo más preocupante es que actualmente, el Estado colombiano carece de infraestructura y regulación suficiente para frenar el uso de drones por parte de grupos armados.
“El ministro de Defensa, ya reconoció la ausencia de leyes y herramientas adecuadas para enfrentar esta amenaza tecnológica”, dijo.
La experta hizo un llamado urgente a:
- Las autoridades: para crear una regulación específica sobre la producción, compra y uso de drones, e invertir en infraestructura y herramientas de defensa (como inhibidores o sistemas antidrones).
- Los organismos internacionales: para atender las alertas tempranas y ejercer presión sobre el Estado colombiano.
- Los grupos armados: para que respeten el DIH y los “siete mínimos humanitarios” que ellos mismos reconocieron entre 2020 y 2022, evitando el uso de drones contra la población civil.
“Sabemos que los drones pueden tener una alta capacidad de destrucción. Si los actores armados dicen respetar el DIH, que lo apliquen. No hay justificación para lanzar explosivos en zonas pobladas. La población civil no puede seguir siendo el blanco”.
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