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A los 61 años, Luly Bossa se lanzó al fuego de MasterChef
La actriz enfrenta uno de sus mayores desafíos: competir tras la pérdida de su hijo menor.
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Ruby Escamilla
Ruby Escamilla
Martes, 24 de Junio de 2025

A sus 61 años, Luly Bossa, una de las actrices más queridas y respetadas de la televisión colombiana, se muestra como nunca antes: sin libreto, sin personajes y con el corazón abierto.

Ahora, lejos de las luces del set, se enfrenta a las cámaras desde una cocina real, en la décima temporada de MasterChef Celebrity.

En entrevista con La Opinión, la barranquillera habló de sus miedos, aprendizajes, motivaciones y la fuerza emocional que la sostiene tras haber vivido la pérdida de su hijo Ángelo.


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Ha interpretado personajes poderosos en la televisión colombiana, pero hoy la vemos sin libreto ni personaje. ¿Qué la llevó a decirle “sí” a MasterChef Celebrity?

La verdad a mí no me gustan los realities, porque igual de todas maneras se manipulan las emociones. Pero me parece que MasterChef tiene un ingrediente interesante: te saca de la zona de confort. Ya me lo habían propuesto años atrás, pero nunca decía que sí. Este año sentí que era el momento de hacer algo diferente, de aprender.

¿La intimidó más la cocina o mostrarse tan auténtica frente a las cámaras?

Sí, claro. Ese cocinón es inmenso y muy bonito. Todo tiene un lenguaje. No es fácil. Tenemos una semana de introducción para aprender a usar la berraca olla presión, a mí me habló desde el primer día. Yo no la pasé tan bien al inicio. Uno no dimensiona en lo que se está metiendo.

La barranquillera asumió este reto como una oportunidad para aprender y reinventarse.

¿Diría que MasterChef también es un reto emocional, no solo culinario?

Yo hablé con Ramiro Meneses (ganador del reality en 2022), me decía: “Luly, eso no solo es cocina, es inteligencia emocional”. Y sí, uno se va dando cuenta con los días. La presión es súper alta, tienes que entregar. Si no sabes, tienes que estudiar.


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Ha trabajado toda su vida con emociones, personajes y públicos. ¿Cómo maneja ahora sus emociones en una cocina sin libreto y con tanta presión?

Ahí sí uno tiene que ser uno mismo. El contenido lo hace tu personalidad. Tú eres quien engancha a la gente. Que te quieran o no también depende de la edición, eso es importante. Uno da, pero no sabe qué es lo que va a pasar.

¿Qué ha descubierto de usted misma en esta experiencia que no conocía?

Que si realmente estás enfocada en algo, hay que dedicarle tiempo. Muchos se preparan desde antes. Michelle Roullard, Violeta Vergonzi, Alejandra Ávila, Carolina Sabino… se nota que vienen estudiadas. Y eso se ve.

¿Y usted qué relación tenía con la cocina antes del programa?

Yo como costeña, si tú me dices: “Amiga, tengo hambre”, yo te cocino. Tenemos buena sazón. Pero ya lo gourmet es diferente. Fui unos 10 días a la cocina de Javi Saúl para ver manejo, cortes, deshuesado… pero la vuelta es cocinar. Uno tiene que cocinar todos los días. Hay gente que practica los platos 15 veces antes de la final.


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¿Cómo ha sido convivir con otras celebridades que también están fuera de su zona de confort?

Este grupo fue muy homogéneo. Todo el mundo estaba tranquilo, no había chismes. Nos llevábamos súper bien. En lo que a mí concierne, fue súper cool.

¿Si pudiera cocinarle un plato a su hijo Ángelo que lo hiciera sonreír desde el cielo, qué sería?

Yo hice un plato para él. Era un arroz cremoso, la receta era de Javi Saúl. No la había practicado y eso fue un error garrafal. Pero lo logré. Ese plato fue para Ángelo.

¿Qué representa hoy la cocina para usted después de haber vivido una pérdida tan dolorosa?

Puede ser una terapia si no estás en MasterChef (risas), porque eso es muy tenso. Pero mi pasión está en el escenario. Cocinar me gusta, pero no es que diga “esto es mi terapia”. Tal vez no.


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Además de actriz, es coach y mujer inspiradora. ¿Qué mensaje le gustaría dejar en esta experiencia más allá de lo culinario?

Que la gente debería arriesgarse a hacer cosas que no están en la lista. Ponerse metas que cuesten. Eso crea nuevas conexiones en el cerebro, en el corazón y en el intestino.

Cuando mi manager me dijo: “Vamos para MasterChef”, yo estaba montando un proyecto teatral que sigue en proceso. Es difícil: son cinco personajes, uno de ellos trans, una señora de 80, una chica de 15… todos con cambios en escena y yo no salgo nunca. Me tiene asustada.

Pero hay que hacer cosas nuevas, con miedo y todo. Eso es lo que me motiva hoy.


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¿Cree que esta etapa también es una forma de reinventarse?

No sé si la gente lo vea así. Yo voy, hago, trato de entregar. Me equivoco mucho, pero siempre trato de ponerle humor.

Tuve una relación muy bonita con Claudia Bahamón. Ella dice que yo era la que más le peleaba, pero eran momentos cómicos. La gente se reía mucho conmigo.

Tuve un accidente fuerte. La gente pensó que yo no iba a seguir en competencia. Pero ajá, van a ver.

Yo soy muy auténtica. Lo que ven es lo que hay.


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¿Con quién sintió más camaradería en esta edición de MasterChef Celebrity?

Con Julián Zuluaga y con Patricia Grisales, que hacía años no me encontraba con ella. Muy bacano. Valentina Taguado también fue un buen parche.

Los paisas, Dani y Pichingo, son súper bacanos. Y Nicolás Montero fue una sorpresa. Somos actores de tanto tiempo y verlo ahí, tan serio, fue muy chévere.

Luly no solo está cocinando platos bajo presión, está cocinando también una nueva etapa en su vida.

A los 61 años, sigue enfrentando los desafíos con el mismo temple que la ha llevado a ser una de las figuras más queridas del país.

MasterChef Celebrity no es para ella un simple programa, es una oportunidad para reconectar, reinventarse y sanar —aunque sea entre ollas y cámaras— desde la autenticidad.


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