

La realización del Foro de Desarrollo Local de la OCDE en Barranquilla y el Atlántico fue un hecho histórico. No solo por ser el primero de su tipo en América Latina ni por haber reunido a voces de más de treinta países, sino por lo que representó simbólicamente: la validación internacional de que en las regiones está el futuro del desarrollo.
El Caribe colombiano fue anfitrión de un foro que en años anteriores se celebró en ciudades como Lisboa, Estocolmo o Roma. Esta vez, el epicentro fue una ciudad latinoamericana que, junto con su departamento, ha logrado consolidar un modelo de transformación con base en liderazgo institucional, inversión estratégica y una narrativa positiva de cambio.
Sin embargo, lo más relevante del evento no fue el lugar, sino el mensaje. Las ideas expresadas por la OCDE en Barranquilla deberían ser analizadas con seriedad por los tomadores de decisiones de todo el país.
“Las ciudades y regiones que pueden reinventarse frente al cambio global son las que están escribiendo las historias de éxito del mañana”, afirmó Alania Tapsoba, directora de la Unidad de Desarrollo Local de la OCDE.
El mundo atraviesa una etapa de incertidumbre permanente: crisis climática, transición digital, cambio demográfico, nuevas formas de exclusión. En ese contexto, la OCDE está haciendo un llamado claro: la política pública ya no puede pensarse únicamente desde lo nacional. Debe construirse desde el territorio.
“El camino hacia la competitividad nacional pasa por comunidades locales más fuertes, más resilientes y más innovadoras”, señaló Tapsoba durante la clausura del foro.
No se trata de una frase protocolaria. Se trata de una declaración de fondo. En otras palabras, el desarrollo sostenible y duradero solo será posible si se fortalece el poder de los territorios: sus gobiernos locales, sus redes sociales, sus empresas, sus universidades, sus liderazgos comunitarios.
Y esto aplica tanto para el Caribe como para el Pacífico, la Amazonía, los Santanderes o la frontera.
La OCDE también fue enfática en otra idea: el bienestar no se mide solo por el crecimiento económico, sino por su capacidad de llegar a todos. En su diagnóstico, muchas veces los países han crecido sin cerrar brechas, sin transformar realidades sociales, sin incluir a jóvenes, mujeres o economías populares. El desarrollo real, afirmó la funcionaria, es aquel que eleva la calidad de vida, que conecta lo económico con lo social, y lo global con lo local.
“No hay una receta única. Lo que se necesita es espacio para la innovación local, para el aprendizaje colectivo y para escuchar a quienes están en el territorio.”
Estas palabras deberían tener eco en cada rincón de Colombia. Porque en muchas regiones del país, especialmente las más alejadas del centro, hay experiencias valiosas, capacidades instaladas y ciudadanía activa. Lo que falta, en muchos casos, es voluntad política nacional para reconocerlas, financiarlas y replicarlas.
El paso de la OCDE por Colombia no debe quedarse en las memorias de un evento exitoso. Debe convertirse en un punto de inflexión en la manera en que concebimos la planeación del desarrollo. No se trata de recentralizar, sino de liberar el potencial local. No se trata de imponer, sino de construir con los territorios.
Colombia necesita entender, de una vez por todas, que sus regiones no son periferia. Son centro. Son clave. Y son futuro.
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