

La Organización Mundial de la Salud (OMS) dio a conocer malas noticias relacionadas con los efectos que dejó la pandemia del coronavirus los cuales cubren a todos los habitantes del planeta.
Para países como Colombia, con un sistema de salud “enfermo” de problemas, esto acarrea mayores inconvenientes y lo hace más débil e inoperante para garantizarle al ciudadano la prestación adecuada de ese servicio.
Resulta que la COVID-19 nos dejó una longevidad disminuida en 1,8 años, aspecto que debe enfrentarse con la multiplicación de esfuerzos para recuperar ese nivel de esperanza de vida perdido y, fuera de eso, empezar a mejorarla de nuevo.
Desde el punto de vista sanitario, el esfuerzo requiere de acciones científicas, financieras, logísticas y de política pública que permitan revertir los daños y enderezar el rumbo en cuanto a la cobertura, la prevención y la calidad del servicio de salud que se les ofrece a los niños y adultos.
Aunque leer 1,8 años es muy fácil, lo difícil es recuperarlos, porque de acuerdo como lo sentencia la OMS, estamos ante la mayor caída de la esperanza de vida en la historia reciente de la humanidad, revirtiendo una década de avances sanitarios.
El director de la OMS hizo una descripción dramática sobre la realidad que enfrentamos, al indicar que “detrás de cada dato hay una persona: un niño que no llega a cumplir cinco años, una madre que pierde a su hijo en el parto, una vida truncada por una enfermedad prevenible”.
Para los colombianos, lo expuesto por la OMS termina siendo una desesperanza ante el recrudecimiento de los inconvenientes para el suministro de los medicamentos o lograr consultas con especialistas o que se programen debidamente las cirugías y las complicaciones para la atención de enfermedades de alto costo.
Y con un sistema debilitado financieramente, lleno de deudas, con EPS intervenidas y hospitales al borde de ir a “cuidados intensivos”, todo lo notificado por la Organización Mundial de la Salud nos llega en el peor momento y genera más incertidumbre hacia el futuro.
Al tomar la advertencia de la OMS, y superponerla con la crisis de la salud colombiana, nos encontramos ante un retroceso y un profundo deterioro para lo cual se requerirá de un trabajo prolongado para superar esta emergencia.
Al Gobierno nacional, el Congreso de la República y las instituciones públicas y privadas relacionadas con este servicio vital, les ha llegado la hora de sentarse a concertar el programa de rescate, recuperación y fortalecimiento de la salud para los 53.1 millones de colombianos.
El siguiente es un argumentó de la OMS que se convierte en un buen mensaje para la Casa de Nariño: “el progreso sanitario se está ralentizando. Todos los gobiernos tienen la responsabilidad de actuar, con urgencia, compromiso y rendición de cuentas ante las personas que sirven”.
De la discusión hay que pasar urgentemente a la acción, porque en este como en otros asuntos de la vida colombiana, estamos sobrediagnosticados, y la señora que hoy está en la fila esperando el medicamento o el papá del niño que debió poner una tutela para que lo atendieran o la mamá muy enferma porque no le han programado una cirugía, necesitan un buen servicio de salud y nada más, como derecho fundamental que es.
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion .