Un comedor comunal con implementos para cocinar y servirles alimentos a niños, niñas, jóvenes y adultos de escasos recursos, es el sueño que tienen los habitantes del barrio Brisas de Molinos, pero que lleva 22 años frenado por la falta de recursos.
En el 2000, un grupo de residentes se cansó de ver que algunos vecinos pasaban días aguantando hambre, por eso hicieron rifas y bazares para comprar los ladrillos, el cemento, las varillas y demás materiales para construir un lugar donde la gente pudiera ir a desayunar y almorzar gratis. Incluso, una organización no gubernamental también les colaboró.
Para octubre de ese año, el comedor, ubicado en la calle 25 con avenida 15, ya estaba construido. Fue inaugurado por lo alto, pero sin apoyo para el gas, elmercado, pagarle a los empleados y los implementos de cocina.
En otras palabras, el comedor no ha podido funcionar porque no hay siquierapara un mercado, quedando abandonado. Incluso, los habitantes cierran ncon cadenas y candados el portón metálico que allí hay, para impedir que se lleven los pocos elementos de valor que aún existen.
Un barrio con trochas En Brisas de Molinos llevan 25 años, desde que se construyeron las primeras viviendas, esperando por el pavimento para sus vías. La gente se siente olvidada por el gobierno local y hasta ‘manipulada’ por los políticos, que en época electoral les prometen obras, pero no les cumplen.
“Lo cogen a uno de títere para conseguir votos y cuando ganan ni se acuerdan de uno. Acá no hay pavimento, las calles son trochas y lodazales, la inseguridad es terrible y ni qué hablar de la pobreza”, indicó un líder comunal que por su seguridad no reveló su nombre.
Y es que para que un carro o moto transite por ese barrio de la Comuna 6 es difícil, porque los cráteres que se han hecho al pasar los años, pueden dañar los automotores.
La inseguridad
En esa zona reina la ley del silencio, a las personas les da miedo hablar acerca de los lugares de las ‘ollas’ que son conocidas allá. Un representante de la comunidad de la Comuna 6, según se conoció, hasta tuvo que pedir asilo político en otro país por las amenazasen su contra, luego de denunciar lo que pasaba en su barrio.
“A uno le da miedo que le metan un panfleto por debajo de la puerta y le toque salir corriendo. Acá hay ‘ollas’, la vez pasada en un allanamiento capturaron como a seis expendedores”, indicó un líder comunal.
La venta de estufepacientes no es lo único que aterra a la gente, también los constantes atracos.
Un poco de historia
Brisas de Molinos nació el 20 de julio de 1997, cuando varias familias desplazadas por la violencia que azotó al corregimiento La Gabarra, de Tibú, y a Puerto Santander, buscaron una nueva oportunidad de vida en la capital nortesantandereana.
Así fue como buscaron unos lotes sin propietarios en la Comuna 6, en los que construyeron sus humildes casas de palos con techos de latas de zinc, así comenzaron una nueva vida lejos de la violencia.
Eran, según relatan algunos vecinos, espacios estrechos, carentes de todo lujo, pero donde vivían felices y con ganas de salir adelante.
La comunidad poco a poco se unió y buscó la manera de traer a Brisas de Molinos acceso a servicios públicos. En 2001 los vecinos se reunieron para comprar tubos de PVC y demás elementos con los que construyeron su alcantarillado.
Luego, en 2003, hicieron lo mismo para tener el acueducto. “Eso fue un logro porque el agua potable llegaba hasta nuestras casas, ya no teníamos que ir hasta otros barrios con baldes a traer ese líquido preciado”, indicó Irma Wuichada, lideresa comunal de Brisas de Molinos.
Lo más difícil para ellos fue tener luz en sus viviendas y en las calles, pues les tocaba pedirles a los vecinos de otros barrios que les dejaran poner un montón de extensiones, con las que llevaban la electricidad hasta cada cuadra y casa.
Esas ‘telarañas’ estuvieron hasta 2006, cuando Centrales Eléctricas de Norte de Santander (CENS) las reemplazó con la red de energía.
Esa maratónica lucha por tener servicios públicas y demás comodidades acabó, según Irma Wuichada, el 13 de julio de 2003, cuando ella y otros líderes de la zona lograron que la Alcaldía de Cúcuta les entregara la personería jurídica que los acredita como otro barrio de la ciudad.
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