Crecí con la siguiente concepción de la democracia: Unos señores se enfrentan en una competencia por ver cuál de ellos tiene más votos. El que obtiene más votos llega a ser mandatario de todo el país. Es obvio que no todo el país votó por él, pero el sistema de mayorías impera y el que saque más de la mitad de los votos será el gobernante.
¿Gobierna para todo el país o solo para los que votaron por él? Desde luego que es mandatario de todos, pero fueron unas ideas las que triunfaron sobre otras ideas. Así, pues, si gana el candidato ecologista, por ejemplo, se entiende que será la agenda ecologista la que prevalezca sobre las otras agendas. Habrá energía eólica sobre energía de combustibles fósiles.
Pues todo lo anterior ya no se aplica. Esa concepción de democracia y de sistemas de gobierno ha mutado, y en nuestro país se está viendo. Con dos ejemplos probaré lo que digo.
El primero, el plebiscito por la paz. Era innecesario someter el proceso de paz a la voluntad popular, pero Santos quería darle legitimidad y decidió que ese era el camino. Obtener la mayoría de votos en ese escenario dotaría al proceso de paz de una legitimidad fenomenal, pues quedaría como si el proceso fuera un anhelo de todos, y por tanto un mandato para el gobierno. Pero perdió. No importa si perdió por un voto. La mayoría se había pronunciado.
Ese hecho – que la mayoría no quería ese acuerdo de paz- no importó, y el mismo se tramitó por la vía del congreso.
Lo anterior dejó una lección que es la cuota inicial de lo que digo: Perder ya no importa. Algo así como filosofía de Maturana: Perder es ganar. El plebiscito se perdió, pero luego, por otra vía, se ganó.
El segundo ejemplo es el gobierno del presidente Duque. Ganó él, por más de 2 millones de votos: ganaron sus ideas, su ideología, su visión de país. El otro señor, Petro, perdió.
Pero la lección ya estaba aprendida. El que perdía no perdía.
Y así, los paros y protestas son la expresión de que la democracia ya no es lo que era: el que perdió también tiene derecho a gobernar. El que perdió, también ganó.
Los que perdieron cuando ganó Duque exigen su cuota de éxito, y que sus ideas, su forma de ver el país, y de ejercer la política, también tenga cabida
Es, en mi opinión, una nueva forma de ver el ejercicio del poder. Antes ganaba un señor y el que perdía debe esperar 4 años para volver a someterse a las urnas. Ahora el que gana debe hablar con el que pierde, para que entre los dos gobiernen.
Es, de alguna forma, un nuevo frente nacional. Gana uno, pero gana a medias, pues debe concertar con que el perdió las forma en que gobernará.
Es el frente nacional diseñado por Maturana, donde el que perdió ganó un poco.