
No habíamos escuchando nada nuevo sobre Viet Thanh Nguyen (Pulitzer 2016) desde 2021, cuando contradiciendo todos los cánones existentes lanzó “El Idealista”, la secuela de “El Simpatizante”, su éxito superventas y ahora serie en HBO. Con ella oficialmente se unió a la pandilla de autores díscolos comandada por Andrew Sean Greer (Pulitzer 2018) y Jennifer Egan (Pulitzer 2011) y en la que sólo se admite a ganadores del Pulitzer que, yendo a contracorriente de la crítica especializada y la mismísima tradición americana, se hayan atrevido a lanzar una segunda parte de su novela galardonada. Por ello, una vez que su desembarco en Nueva York estuvo confirmado, teníamos que irle a ver sí o sí.
La ocasión fue el Brooklyn Book Festival que, año a año e impulsado por las poderosas librerías cuyos cuarteles generales se ocultan a plena luz entre sus avenidas, le planta cara a Manhattan en la lucha sin descanso por ser el barrio más literario de todo Nueva York. Si Manhattan pisa fuerte con la corporativa Barnes & Noble, la atemporal Strand y la sibarita McNally Jackson, Brooklyn no se queda atrás con el prestigioso Center for Fiction, la disruptiva Books Are Magic y la más que competente Greenlight Bookstore, siendo este festival de cada septiembre la cumbre de dicho pulso silencioso y en el que tras cada nueva edición no consigue sino sumar más y más nombres de quilates a sus eventos gratuitos.
La catedral de St. Ann & the Holy Trinity en la calle Montague fue la elegida para acoger el evento. El altar central, que daba un toque casi litúrgico a la ocasión bajo la mirada marmórea de una escultura de La Última Cena, sirvió de escenario para que Viet Thanh proclamara su homilía sobre el poder transformador de los libros ante la tragedia del desplazamiento forzado, mientras en el público mi novia y yo, junto con las decenas de asistentes sentados en las bancas eclesiásticas, fungíamos como los fervorosos fieles de un culto clandestino a la literatura. Una hora para cuestionar los dogmas belicistas de nuestra actualidad bajo las proyecciones fractales de santos y querubines.
Afuera, las filas se iban formando a pie de calle para la siguiente conferencia o la próxima firma de ejemplares, mientras las casetas blancas consecutivas del Cadman Plaza Park bullían de efervescencia con el trasegar de visitantes y la anticipación ansiosa por la presencia inminente de colosos de las letras como Joyce Carol Oates o Katie Kitamura, quienes en cuestión de horas se darían cita en aquel mismo lugar, robándole tiempo a la inspiración, para departir con nosotros los mortales. Así, el Brooklyn Book Festival se convierte, como todos deberían serlo, en el punto de conjunción donde se interceptan los mundos divergentes de la fría letra escrita y el cálido lector que las lee.
Al final, todos felices y en camino de vuelta a casa con sus libros, sus helados y sus paseos. Se ha quedado una bonita tarde en Brooklyn donde la literatura, y el tolerante intercambio de ideas que esta fomenta, ha sido la gran protagonista.
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