Es absolutamente inconcebible la timidez con el Banco de la República, BANREP, ha actuado. Comparto y suscribo cada una de las palabras del economista Marc Hofstetter en su columna de El Espectador en la que se lamenta del apocamiento del BANREP. Bajar las tasas un par de puntos porcentuales, en estas circunstancias no es suficiente. No, y mil veces no. Las tasas deberían estar cerca de cero, y los bancos, que los veo muy avaros para dar créditos, debería estar colocando créditos por millones. Es apenas natural que hay riesgo de incumplimiento, pero es mejor eso que la certeza de la recesión. El riesgo de incumplimiento se puede administrar. La recesión, no. Los bancos venden paraguas cuando hace sol, y los pide devueltos cuando llueve.
Pero mientras el BANREP se da un baño de realidad, y los bancos entienden que cumplen un servicio público, el congreso debe tramitar una ley que abarate, de forma significativa, el valor del trabajo en Colombia.
El argumento es simple, y no se arrima a ninguna orilla ideológica. Simplemente echo mano de mi experiencia de empresario y, sobre todo, de asesor y consultor de empresarios: Los despidos se han dado por millones, pero las contrataciones por cientos. ¿La razón? El elevado costo del trabajo en este país.
Las políticas que hacen del trabajo un bien costoso funcionaron hace años, y tiene poderosos sustento en principios como la responsabilidad social y el bienestar general; pero ya, con pandemia hasta los tuétanos, el trabajo debe ser muy barato. Es preferible que las condiciones de contratación se abaraten y la gente tenga un sustento, así sea menor a tiempos de pre pandemia, a que el desempleo esté por las nubes.
Despedir a un empleado es fácil. Volverlo a enganchar es casi imposible, básicamente por los costos asociados, tales como parafiscales y las mil arandelas que cuelgan de un trabajo legal: Vacaciones, cesantías, vestuario, cajas de compensación, y, claro está, las licencias y permisos por enfermedad, maternidad y calamidad. Dicen los que saben que por cada millón que se paga al empleado, el empleador debe provisionar casi 300 mil pesos de más para atender los costos. Una locura en estos tiempos.
Un desempleo alto (estamos cerca al 17%) tiene dos problemas, ambos igual de graves: delincuencia, cosa que ya es un hecho notorio. Basta con ver los videos que la gente publica en redes sobre como los atracos en semáforos, con pistola y revólver, son el paisaje de los conductores. El otro problema, es la tentación del pueblo de elegir en unos meses a quien se ofrezca como mesías.
Ya se oyen las trompetas celestes de los que juran que repartirán millones y que con un zas acabarán la pobreza. Nada más grave que eso, pero nada más comprensible que la decisión de votar por un profeta de la riqueza cuando se está famélico. El hambre no atiende razones.
¿Es muy grave que por dos o tres años se bajen los parafiscales? ¿Será un pecado bajar las cesantías por un tiempo? El trabajo, como cualquier bien o servicio, está sometido a las reglas de oferta y demanda, y si es caro, como en efecto lo está siendo, no se demandará.
¡Trabajo barato ya!