El criminal atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay –del que a la fecha en que escribo esta columna no se sabe cómo ha evolucionado– ha desatado en la nación un hondo sentimiento de dolor, y un rechazo unánime a la violencia que se apoderó de Colombia en este tiempo aciago.

Es inevitable hacer varias consideraciones para tratar de entender tan macabro suceso, y el momento que vive el país. Del atentado se deducen dos conceptos claros:

Primero, que es fruto de un complot; es decir, que no fue el acto espontáneo de un asesino, ni éste actuó de manera solitaria, ni hubo improvisación en su ejecución. Hay pruebas de que desde días anteriores un grupo de personas organizó el ataque con cuidadosa precisión.

Segundo, es un complot político. No se trata de la acción de un grupo extorsionista, ni hay un interés económico de alguna banda delincuencial. Se trata de un acto terrorista con el fin de asustar a la población y, probablemente, generar un caos que conlleve al aplazamiento de las elecciones que deben efectuarse en el año 2026.

La reacción de la sociedad colombiana ha sido un inmenso gesto de solidaridad con el senador Uribe Turbay y su familia, pero, también, un clamor unánime para que cese la violencia y la incitación al odio, que ha sido la constante de los últimos tiempos encabezada por el presidente Petro.

Cabe aquí una reflexión sobre un concepto del que se han apropiado demagogos y autócratas a lo largo de la historia universal: Es la noción de PUEBLO. ¿Quién representa al pueblo? O, aún más, ¿quién es el dueño del pueblo?

En este gobierno, el presidente Petro se arroga la propiedad del PUEBLO porque él interpreta sus deseos, “obedece” su mandato, recibe su investidura. ¿Cuál pueblo? cabe preguntarse. Hay, claro está, un número importante de ciudadanos que lo siguen y creen en sus promesas. Pero, otra inmensa cantidad de ciudadanos no lo respaldan, no lo consideran su líder y, por el contrario, rechazan su forma de actuar.

Los más despiadados tiranos actuaron siempre a nombre del pueblo que subyugaron: Stalin, Mussolini, Hitler, para sólo mencionar los del siglo XX. Por eso vale la pena seguir preguntando si en Colombia son el pueblo de Petro los estudiantes que se quedaron sin créditos del Icetex; los que perdieron los subsidios de las casas de interés social; lo enfermos que están abandonados a las puertas de las urgencias de hospitales quebrados por el gobierno; los cientos de miles de desplazados por la persecución de los grupos ilegales; los comerciantes extorsionados por la delincuencia impune. O, acaso, ¿el “pueblo” de Petro son los millones de colombianos que salieron en la Marcha del Silencio para protestar calladamente por la violencia y la corrupción oficiales?

NOTA: Quiero expresar mi profundo pesar por la muerte del gran artista pamplonés Emiliano Villamizar. Su trabajo quedó representado en varios murales que adornan la ciudad; en una incomparable maqueta que, con rigor histórico, reproduce la Pamplona del siglo XIX; en innumerables pinturas, y en el célebre museo fotográfico que heredó desu padre. A todos sus familiares le hago llegar mi sentido pésame.

ramirezperez2000@yahoo.com.mx

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