
Recientemente, mientras seguía con interés las honras fúnebres del senador inmolado, Miguel Uribe Turbay, me llamó poderosamente la atención que dicha inhumación se hubiera realizado en el Cementerio Central, inaugurado en 1836, siendo gobernador Rufino Cuervo, padre del filólogo Rufino José Cuervo, y presidente de la República el general Francisco de Paula Santander.
Muchas veces, cuando visito Bogotá, asisto con otros amigos a la necrópolis capitalina porque realmente es un museo donde encontramos personajes de la vida nacional. Visitar este lugar es una clase de historia patria, es repasar conocimientos básicos que ya no se enseñan: historiadores, políticos, industriales, académicos, literatos, etc. Y hacerlo con dos amigos versados es un espectáculo el recorrido recordando las ejecutorias de cada uno.
En la parte histórica encontramos a los expresidentes: Miguel Antonio Caro, Rafael Reyes Prieto, Marco Fidel Suárez, Enrique Olaya Herrera, Alfonso López Pumarejo, Laureano Gómez Castro, Virgilio Barco Vargas, Alfonso López Michelsen. Poetas, como José Asunción Silva y Rafael Pombo. Guerreros, como Guillermo Quintero Calderón, quien fue hacendado, juez y alcalde de Convención hasta que la guerra de 1876 lo sacó del villorrio. Políticos sacrificados, como Rafael Uribe Uribe, Álvaro Gómez Hurtado y Luis Carlos Galán Sarmiento, entre otros.
También encontramos conspiradores, como Florentino González, al lado de la tumba del general Francisco de Paula Santander. El amigo Florentino González, esposo de la paisana Bernardina Ibáñez, parece que no tuviera dolientes o deudos, pues su tumba consiste en una cruz simple y ladeada que nadie le da una manita desde el 2 de enero de 1874, cuando falleció, hace 151 años. Sus Lecciones de derecho constitucional y Elementos de ciencia administrativa, en términos generales aún se pueden leer con algún provecho, porque al repasar el índice se advierte fácilmente que los temas son los mismos, claro, con variantes en su desarrollo por el transcurso del tiempo.
Si hay una persona que aprovechó el tiempo desde los cinco años de edad, fue el amigo Florentino González, porque era una biblioteca ambulante, como lo dice él mismo en sus memorias; y con arrestos desde joven, porque ser conspirador contra Bolívar en la noche septembrina, a los 23 años de edad, junto con una manada de veteranos, es tener cojones.
Toda esta carreta para recordar a las autoridades locales que nuestro Cementerio Central también puede ser un lugar agradable de visitar. Son muchas las personalidades cucuteñas y extranjeras que se radicaron en la ciudad y allá están inhumados, algunos con mausoleos imponentes, como lo prueba el trabajo “Caracterización iconográfica del Cementerio Central de Cúcuta”, de la Universidad de Pamplona. En sus “Conversaciones familiares” Julio Pérez Ferrero nos recuerda los apellidos cucuteños desaparecidos. Pues muchos están allá. Otra obra para “CÚCUTA 300”.
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