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Mercado de pulgas
Entre otras razones para esa pérdida está “la decreciente influencia política costeña en la conducción del Estado colombiano”, dice el autor. ¡Para tomar nota!
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Martes, 26 de Agosto de 2025

Alguna vez comenté en esta columna que cada vez que voy a una ciudad no dejo de visitar su centro histórico y, para nadie es un secreto, visitar en Bogotá este sector, que comprende prácticamente el barrio más antiguo como es La Candelaria, es todo un espectáculo, siempre y cuando uno sepa qué es lo que allí encuentra.   

Estuve recientemente en Bogotá y no creo equivocarme si aconsejo a los lectores que la visitan, y no creo que sea un lugar común decirlo, que el Mercado de pulgas del centro, el de la séptima con 24, a un costado del Museo de Arte Moderno, oficialmente denominado Mercado de pulgas san Alejo, que nació en 1983 en el Chorro de Quevedo, en La Candelaria, es un plan que no se puede obviar.

Visité el lugar el pasado domingo, junto con monseñor Edwin Leonardo Avendaño Guevara, y coincidimos en que no es una exageración escuchar que es el sitio donde se aglutina la mayor cantidad de antigüedades del país. Basta con mencionar que vi, y no quise preguntar por el precio, una campana que tenía grabada el año de fundición: 1810. Una vajilla inglesa, que tampoco quise preguntar por el precio, para no derramar lágrimas.

Resulta que para muchas personas la denominación Mercado de pulgas es sinónimo de baratija, ganga, liquidación o precios muy bajos. Sin desconocer, claro, que también se hallan artículos baratos y, a veces, muy buenos, si el comprador los necesita. Porque ese es otro asunto, en estas realizaciones hay que tener cuidado. Comprar lo que se necesita y con mayor razón en estos tiempos que exigen austeridad, y esperamos que el de arriba ilumine la mente de los colombianos para que el 7 de agosto del 2026 el panorama económico, entre otros, lo cambie radicalmente una dirigencia que no llegue a improvisar y esté preparada para gobernar con sentido de pertenencia.

De mi parte, me incliné a comprar un libro denominado EXPEDIENTES X COLOMBIA, que no conocía, y parece que en la capital no pasó desapercibido porque tiene ediciones piratas que fácilmente se consiguen en los “agáchate” del centro. Y como dice el prologuista: “Este libro fue una buena decisión de tu parte, lector, lectora. Te lo garantizo”. Sólo he leído el Expediente No. 011: “BARRANQUILLA 2132, ¿UN LIBRO QUE PREDICE EL FUTURO?”. Es una obra del bogotano José Antonio Osorio Lizarazo. “De las pocas novelas de ciencia ficción que han sido publicadas en el país, cuyo argumento nada tiene que envidiar a los grandes maestros del género como H. G. Wells, Aldous Huxley o Isaac Asimov”. Es un texto “olvidado y abandonado” porque fueron pocos los barranquilleros que comprendieron el mensaje escondido entre sus quince capítulos. Esto último son conceptos irremplazables del autor y yo los cito para despertar el apetito literario. 

¿Predice este libro el futuro? Otro autor responde: “La Barranquilla industrial -ahora en extremo silenciosa- que le apostó todo al comercio a través del río sin proyectar que otros medios de transporte más prácticos volverían casi obsoletos sus puertos”. Además, la Universidad del Norte acaba de publicar ¿Por qué perdió la Costa Caribe el siglo XX?, de Adolfo Meisel Roca, con ancestros ocañeros. Entre otras razones para esa pérdida está “la decreciente influencia política costeña en la conducción del Estado colombiano”, dice el autor. ¡Para tomar nota!


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