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Listos para la jubilación
Cada vez son más los estudiantes que abiertamente confiesan valerse de programas similares para conseguir en cuestión de segundos piezas de redacción que antes tomaban varias horas de esfuerzo y concentración.
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Miércoles, 23 de Julio de 2025

El ensayo que me dio el ingreso a la facultad de derecho de la Universidad de Columbia tenía tres páginas a doble espacio y, a pesar de ir redactándolo en mi mente durante meses, lo terminé al filo de la medianoche del día de cierre de inscripciones luego de milagrosamente haber perdido un avión por no llevar conmigo el carné de vacunas de mi perro, quien dormía plácido en mis piernas e ignorante de los contratiempos que vivimos juntos aquella noche en el aeropuerto mientras yo acababa el documento y daba los últimos clics para pulirlo antes de su envío. Esas pueden ser fácilmente las 800 palabras más importantes que haya escrito en toda mi vida.

Recuerdos como estos bien parecen estar cerca de convertirse en joyas exclusivas de mi generación, pues tras casi tres años del aterrizaje sorpresivo de ChatGPT en nuestra cotidianidad los ensayos académicos parecen estar listos para la jubilación, como bien reflexionó al respecto la revista The New Yorker en uno de sus más recientes artículos. Cada vez son más los estudiantes que abiertamente confiesan valerse de programas similares para conseguir en cuestión de segundos piezas de redacción que antes tomaban varias horas de esfuerzo y concentración. La búsqueda de la eficiencia en el competitivo mundo universitario parece estar ganando la partida y eso son malas noticias para el aprendizaje como proceso.

La tarea de escribir en casa ha muerto definitivamente pues, aún cuando se siguen desarrollando herramientas que buscan pillar a los alumnos que se valen de inteligencias artificiales generativas para la composición de sus textos, los porcentajes de probabilidad arrojados por las mismas parecen insuficientes para acusar formalmente a un estudiante de plagio y menos aún cuando realmente no hay “plagio” en estricto sentido, ya que no existe un original como tal que se esté copiando. Valerse de ChatGPT para escribir sobre el libro que mandaron a leer o lo que se hizo durante las vacaciones más se acerca a que otro nos haga la tarea que a citar sin referenciar.

Además de ello, la cada vez más difusa frontera entre un trabajo inédito con corrección de estilo por una inteligencia artificial y la suplantación absoluta de la autoría por la máquina tampoco facilita las cosas. No es claro a partir de qué grado de intervención del algoritmo el texto pierde su identidad y eso nos atrapa en una versión literaria de la paradoja de Teseo y su barco. Todo esto está lentamente haciendo que los ensayos como mecanismo de calificación desaparezcan y ganen protagonismo otros métodos que, aunque logísticamente más complejos, garantizan mayor certidumbre sobre las habilidades del evaluado, como los exámenes orales o las sustentaciones ante jurados.

Al final, y sin importar el avance tecnológico que siempre ha estado presente, todo se resume a un dilema ético que el estudiante tiene que sopesar y decidir. A lo mejor la solución no esté tanto en la restricción, tan absurda como ilusoria, sino en reforzar la importancia del mérito y el valor de hacer las cosas uno mismo, así tome más tiempo y sea ineficiente.


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