
Es por culpa de nuestro frenético mundo actual, movido por una adictiva inmediatez hacia todo y una cada vez más reducida capacidad de concentración, que las presentaciones literarias han tenido que adaptarse a marchas forzadas al nuevo auditorio al que se enfrentan, pasando de ser auténticos coloquios de pensamiento para el debate de ideas profundas y en los que bien podías echar la tarde absorto en conversaciones de altísimo nivel, a ser intercambios fugaces de no más de 60 minutos, con una sección para preguntas flojas del público, en los que el invitado trata de sacar sus mejores ases de la manga en un contrapunteoa contrarreloj para conseguir un buen reel que subir a la cuenta de Instagram de la editorial de turno.
Ya que esta tendencia inevitablemente ha llegado para quedarse, como nunca antes viene cobrando importancia la pareja elegida para acompañar a los escritores en dichos eventos, pues un diálogo mal llevado se convierte en un insufrible monólogo hasta para el mejor de los interlocutores.
Sin embargo, en mi humilde experiencia asistiendo a varios de estosencuentros en distintas latitudes, he llegado a la triste conclusión de que, en la mayoría de las ocasiones y salvo algunas muy contadas excepciones, la elección de compañero es tremendamente desafortunada. Impulsado casi siempre por motivaciones comerciales y no tanto literarias, un mal emparejamiento puede llegar a ensombrecer las apariciones, incluso únicas o hasta últimas, de cualquier autor.
El principal de los errores que he podido identificar es traer a otros escritores jóvenes con carreras en construcción para hablar con escritores consagrados, y peor aún si son de tallaje internacional.
Les suelen poder los nervios, el ego o un poco de ambas cosas y terminan robándose los reflectores sin siquiera querer disimularlo. No basta la clásica foto de medio perfil escuchando atentamente la intervención de la estrella invitada que ya podrán subir a sus redes sociales para el marketing respectivo, no, hay que soltar algún comentario sobre el libro que están escribiendo o sobre la anécdota que nadie pidió relatar. Ya tendrás tu oportunidad en otra ocasión, amigo, pero la verdad, aunque dura, es absolutamente inapelable: con todo respeto, no vinimos por ti.
Los que sí suelen hacer muy bien su trabajo son los periodistas culturales y los profesores universitarios. Ellos sí entienden a la perfección su rol en estas demostraciones del método socrático en vivo y en directo para el disfrute de la audiencia.
Una especie de entrevista en la que ellos, como buenos crupieres, sirven una carta a la vez para repartir juego y que el escritor cabeza de cartel saque su artillería intelectual para lucirse.
Sin pisarle ni opacarle con filigranas de más, sino preparando toda la puesta en escena para que el talento de la figura brille por sí sólo. Saben que están trabajando con buena materia prima y que, cuando eso pasa, poco más se necesita para dar un gran espectáculo.
Por distinguido que sea el protagonista de la tarde, falta hace un buen secuaz a su lado para alcanzar la anhelada complicidad literaria que precisa el escenario.
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta detodos los contenidos y beneficios en https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion .