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Es hora de sincerarse
El sistema electoral permite que cualquiera se lance como candidato para pellizcar la reposición de votos o llegar agarrado del triunfador. Y, lo peor, avivatos que se meten en las campañas como esquiroles de la corrupción.
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Jueves, 20 de Noviembre de 2025

La sociedad colombiana está divida en fracciones que es difícil identificar. Los politólogos de moda insisten en explicar la ubicación de los candidatos con una teoría trasnochada: en ideologías de Derecha, de Izquierda o de Centro.

No es fácil colocar en esa simplista división a los voceros de partidos políticos, guerrillas o campañas electorales. ¿Los del Clan del Golfo o el Tren de Aragua son de izquierda? ¿Lo mismo que Roy Barreras, Gustavo Bolívar y Olmedo López?

¿Son de derecha los maestros que no abandonan a sus estudiantes en las protestas de FECODE; las amas de casa que trabajan sin descanso para alimentar a sus hijos; y los políticos oportunistas que cambian de lado cada vez que les conviene? ¿Y en el Centro está el expresidente Santos y su grupo en oferta?

No. En Colombia las verdaderas divisiones son otras: Son los gobiernistas de todos los tiempos y los que se quedan por fuera. Los empleados y los desempleados. Los campesinos y los habitantes de las ciudades. Los empresarios esforzados y los zánganos. Los que logran estudiar y los excluidos. Los políticos y los electores…

Tenemos que sincerarnos sobre verdades inocultables. El señor Petro, por ejemplo, no llegó a la Presidencia por sus ideas de izquierda, su rectitud o su vida ejemplar, sino por culpa de los políticos de todas las layas que lo apoyaron para lograr unas tajadas en su gobierno. ¡Y qué tajadas!

El sistema electoral permite que cualquiera se lance como candidato para pellizcar la reposición de votos o llegar agarrado del triunfador. Y, lo peor, avivatos que se meten en las campañas como esquiroles de la corrupción.

Los ciudadanos pasamos a ser idiotas útiles de cuantos personajes de menor cuantía se presentan a las elecciones – azuzados por alguien- para desorientar a los críticos del actual gobierno y acceder a los dineros públicos que están circulando a rodos. Pocos se salvan de esa conducta en la que poco cuenta la solución de los problemas de la nación.

En los procesos de paz, casi siempre fracasados, se impone la vanidad de los negociadores que buscan pasar a la historia como salvadores y figurar como dirigentes poderosos. La dolorosa prueba es que Colombia sigue padeciendo una violencia inclemente y los responsables de los costosos e inservibles procesos de paz siguen tan campantes.

Colombia está sostenida por sus gentes de bien: trabajadores que madrugan a buscar su sustento; profesionales honestos; empresarios laboriosos; militares pundonorosos, y millones de ciudadanos que no saben a quién seguir.

Ya hemos aprendido a vivir con un presidente que en cuatro años de desgobierno se dedicó, más que todo, a hablar, viajar y permitir la corrupción de sus áulicos. Es tan desastroso que ningún otro sería peor.

No nos dejemos asustar por una clase política insensible y ambiciosa. Defendamos nuestras creencias, trabajemos con tesón y anidemos la paz en nuestros corazones, porque los que se ofrecen para conseguirla casi todos son unos farsantes. Hagamos Patria y escojamos sin miedo, sin halagos insignificantes, sin oír las promesas tantas veces incumplidas. Y, cuando llegue el momento, votemos por el que nos parezca el mejor porque la única arma de los ciudadanos honrados es el voto, que tiene un precio inalcanzable para los pícaros.


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