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De magnicidios y tapen, tapen
Colombia ha sido prolífica en estos eventos.
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Martes, 8 de Julio de 2025

En Colombia estamos acostumbrados a que las “investigaciones exhaustivas” lleguen hasta donde termina la cadena de autores materiales, a veces es imposible seguir avanzando hasta descubrir a los determinadores o autores intelectuales. Así ha sido, principalmente, con lo que la gran prensa llama magnicidios, eso que la RAE define como “Muerte violenta dada a persona muy importante por su cargo o poder”. Y no sólo “muerte violenta”, sino trato indignante o cualquier forma de violación de derechos humanos.

Colombia ha sido prolífica en estos eventos. Tal es el caso, por ejemplo, del expresidente Manuel Antonio Sanclemente, quien, en pleno ejercicio de la presidencia de la república, en plena guerra de los Mil Días, estando en reposo en casa de campo en Anapoima por su avanzada edad, fue objeto de “horripilantes torturas” para que firmara la renuncia al cargo. Lo que no sucedió, desde luego. Esto fue ordenado por el Hijo del Ejecutivo al carcelero, un mayor de la Policía, que después fue premiado con el nombramiento de director de la institución. Finalmente, Sanclemente fue defenestrado el 31 de julio de 1900. Sanclemente murió en 1902, se dice que por las torturas. Esto no lo dice ningún libro de historia. Aquí se supo quiénes fueron los autores intelectuales y materiales, pero, lo mismo, taparon todo. El expresidente Sanclemente es ancestro de un cucuteño eminente.

En 1914 le tocó el turno al general Rafael Uribe Uribe, quien fue herido a punta de hachuelazos en el sector oriental del Capitolio Nacional, por la carrera Séptima, y al día siguiente falleció en su residencia, hoy propiedad de la Universidad Libre de Colombia. Conocemos los autores materiales, ¿y los intelectuales? Cuando Sebastián Moreno Arango publicó en 1940 el libro El crimen del Capitolio, dijo muy clarito quiénes fueron los determinadores: “… los asesinos brutales fueron Galarza y Carvajal y los responsables morales fueron todos aquellos que se encargaron de formar una atmósfera propicia a la consumación del crimen, por medio de la diatriba y el insulto”. Si don Sebastián Moreno Arango viviera se haría cruces haciendo el parangón con la actualidad.

En otros casos la historia tapa sucesos de crueldad. En 1919 los sastres y artesanos organizaron una marcha pacífica en la plaza de Bolívar para obligar al gobierno de Marco Fidel Suárez a dar marcha atrás en su pretensión de comprar a Estados Unidos 8.000 uniformes completos para el Ejército, que los militares usarían en la celebración del centenario de la Batalla de Boyacá el 7 de agosto de 1919. En medio de la pobreza y la falta de trabajo, los sastres y artesanos consideraron que esos uniformes deberían hacerse en el país. En un momento dado la marcha se salió de madre y los marchantes lanzaron piedras, rompieron vidrios y la Guardia Presidencial disparó: 10 muertos y 15 heridos. El presidente paria dio marcha atrás a la decisión un día antes, pero dizque “la información no llegó al pueblo”. Eso tampoco está en los libros de historia. En cuanto a Jorge Eliécer Gaitán conocemos el autor material, el otro quedó en veremos. Dejemos así porque los otros están muy recientes.


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