El 1 de enero de 2019 tomó posesión como presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. No quisiera ser ave de mal agüero ni adelantarme a lo que será este gobierno, pero de su discurso de posesión como también de comentarios expresados a lo largo de su carrera política se podrían deducir o al menos profetizar algunas cuestiones relevantes.
En efecto, este presidente ha dicho que añora muchas cosas de la dictadura militar de Brasil (1964-1985), la cual llegó al poder con un golpe de estado el 31 de marzo de 1964 al derrocar al gobierno democrático del presidente Goulart. Por supuesto, como la mayoría de dictaduras de la época en el cono sur del continente los ríos y mares de sangre fueron la regla general, violaciones permanentes de los Derechos Humanos, todo ello dentro del contexto de guerra fría y el vital auspicio de los EE. UU. para frenar el avance del comunismo soviético.
Esto es historia dirán algunos pero no deja de preocupar los vientos de extremos políticos que comienzan a gobernar muchos países del continente. Por ejemplo, la Venezuela de hoy gobernada sin opción por una tiranía sanguinaria, que ha usurpado todos los poderes públicos del Estado, que ha ocasionado migración permanente de sus connacionales hacia muchos países en especial hacia Colombia y de la cual se han servido muchos candidatos en distintos países para generar irrupciones electorales efectivas al infundir terror en los ciudadanos de ser la solución para contener el avance del “castro-chavismo”.
En Colombia ha funcionado a la perfección. El Gobierno actual se dedicó a hacer oposición ciega e irracional durante ocho años, con sevicia, sin capacidad de debate democrático para tomar las mejores decisiones. Llegó al poder con la estratagema electoral de ser la “solución mesiánica” frente al avance del “castro-chavismo” y del “inminente triunfo electoral de las Farc” por el acuerdo de paz. Hoy sabemos que todo ello es mentira, casi nadie quisiese un régimen tiránico como el de Maduro. La polarización fue su principal arma para llegar al poder y ahora piden como gobierno un pacto nacional por Colombia. Las encuestas recientes pasan factura de cobro por tantas improvisaciones y pésimas decisiones adoptadas en sus primeros cuatro meses.
Si vamos al gigante del Norte los EE.UU. encontramos un presidente como Trump que tiene en suspenso el gobierno federal por el afán de construir un muro con México para frenar “la migración” permanente de mexicanos hacia dicho país. Ni se diga de la diplomacia aplastante maniqueísta que ha venido construyendo Trump de solo proteger los “intereses de los americanos” por encima de los valores más importantes del Derecho internacional como son la cooperación, la libre auto-determinación de los pueblos y el fortalecimiento de las organizaciones internacionales como la ONU, etc.
Bolsonaro ha denigrado de los afrodescendientes, de los gais, de aquellos que manifiestan una postura ideológica diferente (no cabe en su perspectiva la izquierda democrática), de la certeza del cambio climático. Ha traído de nuevo al poder a exmilitares que de seguro podrían poner en riesgo las bases de una democracia constitucional con tradición civilista. No es añorar a la izquierda corrupta de Brasil como la de Lula, pero si desear que cualquiera sea el gobierno defienda esos valores democráticos por encima de cualquier extremo ideológico. Amanecerá y veremos, ojalá Bolsonaro nos sorprenda con las mejores decisiones.