
Hola querido papá:
Cada vez siento que el tiempo pasa más rápido. Como se dice coloquialmente, pasa volando. Los años en el mundo moderno de hoy corren a una velocidad antes inimaginable, por cuenta de la globalización, la conectividad, la digitalización y una frenética actividad que nos deja cada vez menos espacio para reflexionar, pensar, disfrutar la existencia. En el año que acaba de pasar, desde la última vez que me senté con la pantalla del iPad en blanco, han pasado muchas cosas, buenas y malas, tristes y alegres, que intentaré contarle en estas líneas.
Hace un año cumplía apenas un mes de haber asumido el Ministerio del Interior, después de largas horas de conversación con el Presidente de la República, durante las cuales acordamos trabajar en varios frentes clave para el país: la aceleración de la implementación del acuerdo de paz de 2016, la aprobación del acto legislativo de fortalecimiento del SGP para profundizar la autonomía territorial y, especialmente, la construcción de un acuerdo nacional que permitiera encontrar caminos de consenso en el propósito de brindar tranquilidad y estabilidad institucional, sin sacrificar el impulso a las reformas sociales.
Fueron meses muy intensos y gratificantes, en los que siempre encontré el respaldo presidencial para las distintas iniciativas. De entrada, logramos desmontar la absurda e inviable idea que algunos le habían vendido, según la cual se podía convocar una asamblea nacional constituyente sin pasar por el Congreso, con base en un párrafo del acuerdo de paz con las FARC. En el Congreso, mientras tanto, avanzamos con la aprobación de la reforma laboral en la plenaria de la Cámara e iniciamos el nuevo trámite de la reforma a la salud, que pasó sin problemas en la Comisión VII de Cámara, tras una amplia concertación con todos los actores del sistema.
En diciembre se logró aprobar buena parte del articulado en la plenaria. Durante ese período presentamos el plan de choque para la implementación del acuerdo de paz y visitamos casi todas las 16 zonas PDET, con el fin de construir pactos territoriales con comunidades y autoridades locales que garantizaran la inversión adecuada de los recursos para la paz. En octubre presentamos el plan ante el Consejo de Seguridad de la ONU, que fue acogido por unanimidad con enorme interés y entusiasmo. Al mismo tiempo, dábamos un fuerte y silencioso debate al interior del Gobierno alrededor del proyecto de reforma constitucional del SGP, que impulsamos como partido En Marcha en el Congreso.
El Ministerio de Hacienda y Planeación Nacional, ninguna sorpresa, se oponían a la aprobación del AL en el Congreso y el debate finalmente llegó hasta el Presidente, quien en un Consejo de Ministros maratónico y muy duro, celebrado en Cali hasta la madrugada, en el marco de la COP16, tomó la decisión final de apoyar la iniciativa con unos ajustes.
Con un diálogo siempre fluido y respetuoso avanzó muy bien la agenda del Gobierno y trabajamos con Petro cada palabra del texto de un Acuerdo Nacional para presentarle a los partidos, organizaciones sociales, gremios y gobernadores y alcaldes. Finalmente, con el visto bueno presidencial, presenté en el Festival de las Ideas de Villa de Leyva el texto del acuerdo e invitamos a todos los sectores a conversar.
Hay que decir que los partidos de oposición siempre se mostraron reacios a cualquier diálogo, mientras públicamente fustigaban al Gobierno por su supuesta ausencia de voluntad. En las organizaciones sociales y comunitarias y en la opinión pública en general hubo importante receptividad y el Consejo Nacional Gremial se mostró también dispuesto a conversar sobre los acuerdos.
Lamentablemente, pocos días después, el Consejo Nacional Electoral tomó la determinación de investigar no solo la financiación de la campaña, sino al propio presidente, con base en un fallo de la sala de consulta del CE al resolver un conflicto de competencias. Esa decisión llevó a Petro a la convicción de que el establecimiento político y económico del país no quería ningún acuerdo, sino sacarlo del poder, acudiendo al CNE y a la Comisión de Acusaciones de la Cámara. Desde entonces, el presidente comenzó a mostrarse cada vez menos favorable a la búsqueda de acuerdos.
Meses después, la Corte Constitucional, vía tutela, tumbó la providencia del CE.
El semestre terminó bien para el Gobierno en el Congreso con el avance de las reformas sociales, la jurisdicción agraria, la reforma a la justicia y la aprobación definitiva por consenso del proyecto de acto legislativo de SGP, pero con el lunar de la agenda económica de Hacienda, ya que no se aprobó el presupuesto presentado ni la correspondiente ley de financiamiento. Sin embargo, el presidente siempre mantuvo su escepticismo sobre la voluntad del Senado de aprobar las reformas. En el Gobierno, internamente se respiraba un ambiente pesado por cuenta de la falta de recursos para terminar el año y los malos pronósticos fiscales de 2025.
Este año comenzó con un taller de dos días en Suba con pasada al tablero de los sectores más críticos, en los cuales siempre estuvo presente el problema de caja para cumplir las metas previstas. En esa jornada no se presagiaba para nada la tormenta que se desataría muy pocas semanas después. Primero fue la incursión criminal del ELN en el Catatumbo y la decisión de declarar la conmoción interna. Estuvimos metidos de cabeza dos semanas entre Ocaña, Tibú y Cúcuta, atendiendo la emergencia humanitaria y de seguridad.
Mientras tanto, con el presidente avanzábamos en un pequeño ajuste del gabinete para afrontar el nuevo año, que preveía solo 4 o 5 cambios en las carteras que contribuirían a mejorar la ejecución y, al tiempo, consolidar mayorías en el Congreso para las reformas, aunque Petro siempre se mostraba escéptico.
Hasta que llegó el día del famoso Consejo de Ministros, en el que pocas horas antes se supo que el presidente había decidido designar jefe de gabinete a Armando Benedetti y se generó una reacción muy fuerte de los integrantes del Pacto Histórico encabezados por Francia Márquez, Alexander López, Gustavo Bolívar y Susana Muhamad, entre otros.
Ese día, con una inédita transmisión en directo, los colombianos pudieron ver las enormes fracturas internas del Gobierno, los conflictos y al presidente señalando en forma equivocada que su gobierno estaba fracasando. Ese mismo día decidió radicalizar su discurso, paradójicamente enfrentado a sus compañeros del proyecto político, que desde ese momento salieron de los afectos del jefe de Estado y uno a uno fue cayendo en desgracia por lo que consideró un acto de deslealtad.
Frente a esas disputas internas, y en total desacuerdo con lo que había sucedido, dos días después visité al Presidente y renuncié al cargo, tras una cordial conversación.
Como verá, papá, el último fue un año nada aburrido y siempre, en cada decisión, no dejaba de pensar en qué haría usted en la misma situación, como siempre lo he hecho estos 28 años. Ni un solo día dejo de pensarlo, de extrañarlo y de lamentar que estos señores del ELN, que siguen en los mismos 28 años después, nos hubieran arrebatado su sonrisa, su cultura, su cariño, su presencia que llenaba todos los espacios.
En este mismo año, una buena noticia fue la recuperación de la personería jurídica de En Marcha por un fallo de la Corte Constitucional y nos preparamos ahora para tomar decisiones en materia de elecciones presidenciales y de Congreso en una próxima asamblea nacional del partido.
Por los lados de la familia tuvimos una pésima noticia, una lamentable pérdida. Su amigo y concuñado Politi, con quien usted compartió, conversó y disfrutó tanto la vida en tertulias y viajes, con su sonora carcajada al ritmo de un buen whisky, finalmente perdió su gran batalla contra el cáncer y al finalizar el 2025 murió rodeado de todos nosotros en su apartamento en Bogotá.
El resto de la familia lo extraña mucho, pero hay que seguir adelante y todos, por fortuna, vamos bien, incluso sus nietos que ya son adultos y cada uno dedicado a sus estudios, trabajo y sueños de vida. No dejamos de hablarles de su abuelito Jorge, a quien no pudieron disfrutar por culpa de esta maldita violencia que no superamos.
Bueno, papá, como siempre pasa, me alargué mucho y no hay tanto espacio. Estas reflexiones y recuerdos las escribo sentado frente al mar que tanto le gustaba. Veintiocho años después seguimos con la misma violencia, los mismos problemas, a pesar de los acuerdos de paz y los innegables avances. Contando víctimas de una guerra que no termina.
Hemos intentado todo: la mano dura y el diálogo, pero la violencia se multiplica y las rentas criminales del narcotráfico y la minería ilegal alimentan esos grupos que ya perdieron cualquier propósito político. Son solo bandidos detrás del enriquecimiento ilícito y fácil. Ese país que usted tanto amó y nos enseñó a amar sigue en dificultades, pero no podemos cejar en nuestro trabajo y empeño por sacar adelante a Colombia. Un hasta luego, papá, y no deje de protegernos desde el cielo en donde se encuentra.
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