La corta vida de José Mauricio Méndez podría contarse como la historia de un joven que vivió y murió haciendo lo que quiso, según quienes lo conocieron siempre se caracterizó por ser alguien terco, pero buena persona.

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Su muerte llegó en un momento, en el que al parecer, ya le habían advertido que cambiara porque la situación del municipio de El Zulia se estaba complicando cada día más y con el aumento de hechos de sangre, un día le podría tocar a él.

Ese día fue el pasado jueves, cuando pasadas las 8:00 de la noche, en una callejuela oscura del barrio La Alejandra, que lleva hacia un puente en el sector La Hamaca, el joven fue asesinado a disparos.

Entre la tierra, una lata de cerveza, restos de encendedores y cajas de cigarrillos, quedó el cuerpo de José Mauricio, o Mingo como era ampliamente conocido, incluso por sus familiares, en un crimen sin nombre ni rostro, pues nadie tuvo pista de su victimario.

Al igual que la sangre sobre la tierra, la noticia rápidamente recorrió las calles del barrio hasta llegar a la casa de la víctima, que vivía apenas a cuatro calles del lugar de los hechos, su familia, al enterarse, fue corriendo hasta el sitio, pero no encontraron nada más que tragedia.

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El cuerpo de Mingo estaba rodeado por curiosos, quienes se arriesgaron a salir de su casa a pesar de la oscuridad, algunos grababan, mientras la mamá del joven de apenas 20 años, se arrodilló junto a su cuerpo, desconsolada, esperando alguna señal de vida que nunca llegó.

La muerte fue instantánea, pues varios de los impactos de bala fueron directos a la cabeza, por la hora de la noche y la zona, la comunidad tuvo que dispersarse, cada uno para sus casas, sin presencia de la Policía.

Pues desde hace bastantes meses esta zona es prohibida para las autoridades después de las 6:30 p.m., según comentaron algunos vecinos, por dicha razón, las autoridades no pudieron hacer el levantamiento y fue una funeraria la encargada de trasladar el cadáver, en la misma solo quedaron manchas de sangre, rodeadas de moscas, como vestigios de la sombra de muerte que oscurece El Zulia.

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“Un pelado terco”

En conversación con este medio, sus familiares admitieron que una de las características de la personalidad de Mingo era la terquedad, en repetidas oportunidades, a lo largo de su vida, las recomendaciones que le hacían las pasaba por alto, para tomar sus propias decisiones.

Cuando niño, estudió hasta grado sexto, a pesar de tener el estudio subsidiado y recibir apoyos tanto en la matrícula, como en los útiles escolares, decidió no continuar estudiando, en contra de lo que sus propios padres le decían.

Años más tarde, prestó el servicio militar, y lo acabó apenas seis meses antes de ser asesinado, aunque su madre le recomendó que tomara el Ejército como carrera, decidió no continuar por dicho camino y volver a El Zulia.

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Desde entonces empezó a trabajar en una pollera del sector, además adquirió un gusto por los tatuajes, con uno de los cuales marcó el año de nacimiento de su mamá (1975) en su cuello.

Se pudo conocer que el joven tenía un hermano, apenas un año menor, quien se tuvo que trasladar hasta la ciudad para atender al funeral, el cual, según contaron familiares, está siendo financiado con el apoyo de la comunidad.

“Aquí hay un grupo de vecinos en el que cada uno aporta un granito de arena para ayudar en situaciones críticas, es una ayuda inmensa porque somos una familia humilde y no teníamos de dónde sacar para cubrir todos los gastos”, dijo la madre de la víctima.

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